Libro de Visitas

domingo, 17 de octubre de 2010

SIERRA DE LAS NIEVES EN OTOÑO

Para mí, el domingo, fue uno día aciago. Uno de esos, en que todos los hados parecen haberse puesto en tu contra y todo desde un determinado momento. Una fracción de segundo es lo que separa el umbral del que todo te salga bien, a que se invierta tu buena estrella. Un pellejazo fue quien marcó la inflexión.
La antesala de la ruta, se coció en las cocinas cañasbike como viene siendo habitual, en nuestro foro. Allí Modesto se convirtió en promotor y Yokinet en organizador. El segundo, con sus innegables dotes topográficas planeó dos rutas, una la misma que habíamos hecho en verano, y otra con menos desnivel, pero mucho más larga, más de 110 kms. Despues Nino propuso una tercera alternativa, la denominada ruta corta, que no era más que la ruta de julio reducida en 20 km. Al final las alternativas se redujeron a la ruta larga, la de los 110 kms y la corta la de los 60 kms. La gente se fue apuntando a una u otra. La mayoría a la primera.
Yo me he acostado muchas veces a las 5:00 de la madrugada, incluso mucho más tarde, pero levantarme a esa hora, sinceramente, pocas. Sin embargo si quería ser puntual no quedaba otra que pegarme ese madrugón, pues a las 5:45 habíamos quedado en V.V. Cuando llegué ya estaban allí la mayoría, Santos el primero, los chiclaneros, los segundos, no quiero ni pensar a que hora se tuvieron que levantar para ser tan puntuales. Incluso apareció el Rico por sorpresa, lo que fue motivo de grata alegría. Pero tanto madrugón no sirvió de mucho, pasaban los minutos y el Rubio no daba aparecido y sin su furgoneta cuatro, además de él, nos podíamos quedar en tierra. Lo llamamos una y otra vez, pero tenía el teléfono apagado ¿Y ahora que? Pues, no nos quedó otra que ir a su casa. Primero llamamos al timbre tímidamente, no fuéramos a despertar a Isa o a los niños, pero nada. ¡Yo no he visto la furgoneta!, me indicó Dani. Pero yo si creí haberla visto, así que le dije que pulsara el timbre durante un buen rato, nada de delicadezas. Se escuchó al poco un voz risueña por el interfono ¡Illo me he quedado frito! Bueno del mal el menos, aunque no a la hora prevista, al menos saldríamos. Esperando a que Rumanu bajara, Kike me explicó quien era su cuñado, el otro chiclanero que nos acompañaba. Algo había escuchado, pero por encima, así que cuando al mismo lo calificaban de profesional, no sabía cuan profesional era. Resultó ser Javier Estrada, un ilustre gaditano en esto de dar pedales, las últimas tres temporadas corriendo en el equipo Caja Sur con el cual ha realizado las ultimas vueltas ciclistas a España, amen de unas cuantas clásicas, como la vuelta a Murcia donde no sólo protagonizó una escapada, además, luego me contó, sufrió una caída en descenso lo que valió para no volver a sentirse igual bajando. ¡Qué raro, verdad!

Ver a un profesional de la talla de Javier, junto a nosotros, al menos a mí se me hacía raro. La vuelta a España 2010 había cogido por la carretera de Ronda Marbella, la misma que atraviesa la Sierra de las Nieves, cuando Javier en la furgoneta nos contó lo que había sufrido Mark Cavendish por aquellos lares, nos lo explicó con esa naturalidad del quien ha estado con los grandes luchando de tu a tu, por lo que es lógico que se me hiciera raro tenerlo a mi lado, pues normalmente la conversación hubiera versado de lo mucho que sufrió Capiyita (con todos mis respetos, todo sea dicho de paso) por aquel sube y baja y no Cavendish, el mejor sprinter de la actualidad.

Por lo demás Javier resultó ser un tipo profundamente sencillo, simpático, comunicativo, predispuesto, amable, vamos un campeón. Con todas esas virtudes no es de extrañar que se sintiera a gusto con los Cañasbike que también disponemos de todas y cada una de esas cualidades. En lo puramente ciclista, una máquina, cuando quería apretaba un poco y parecía ponerse el primero como sin esfuerzo. Makina estaba contento, de vez en cuando le enseñaba los dientes y Estrada le dejaba hacer. Por cierto al ver como bajamos sentenció que estábamos locos y que apreciamos poco la vida. Y no es para menos, pues arriesgar bajando por aquellas colinas, era de locos.

Primero subimos el puerto de los Pilones, viejo conocido de muchos de nosotros. El grupo subió apiñado un primer tramo, luego se fueron haciendo pequeños conjuntos, se transcurría entonces por un tramo asfaltado, yo iba junto a Casio y Rumanu y este último me dijo muy serio que aquel día no pensaba esforzarse lo más mínimo. Bastaron un par de kilómetros para que los hechos lo desmintieran. Arriba ya os lo podéis imaginar, Estrada, Mákina, Modesto, Yoki, Dani, Rumanu, Kike, Rico, …, haciendo de las suyas. Para Rosendo era tan sólo su segunda salida severa, así que no era de extrañar que se mantuviera cerrando el grupo, pero lo hacía encima de la bici, lo que hablaba en su favor, pues este puerto, el de los Pilones, es de los más duros que existen por los alrededores de los que se pueden subir en mtb, 1.750 mts.



Santos y yo fuimos tirando uno del otro, al tiempo que rajabamos del peso que le habíamos metido a nuestros mochilones y que a estas alturas hacía estragos en los riñones. En una de estas resoplando como un bendito se pega a nuestra rueda Jesus. ¿Qué te has metido Capi? Le pregunté. Nada de nada, que voy bien. Coño si iba, bien, quería hasta adelantarnos. Luego Santos se puso a tirar e impuso un ritmo más alto que Jesus no pudo seguir, aún así de maravilla.

Rogelio que no sabe estarse quieto, bajó en busca en Rosendo y al poco apareció con él. Ya el grupo al completo, junto a la caseta de vigilancia, que corona el puerto nos sacamos esta foto:

Luego nos lanzamos en la bajada, los de siempre de forma frenética. En un primer tramo estuvimos esperando a que Jesus diera llegado, no en vano se trataba de un descenso peliagudo, con precipicio de infarto siempre a un lado. Fue precisamente en este descenso cuando Estrada se quedó prendado de nuestra forma de bajar. El parón hacía estragos en las rodillas de los cuarentones, y todo por culpa del frio. La sensación era horrible, tal si te hubieras quedado sin menisco. Luego más bajada hasta un segundo tramo, donde hubo un nuevo parón, este provocado por la incertidumbre de si íbamos a realizar la ruta larga o la corta. Estrada que no tenía ni ganas de aventurarse en los desconocido, ni tampoco de llegar a la tantas a su casa, fue quien más empeño puso en hacer la ruta corta, lo que hizo dudar a parte de sus anfitriones. En buena lógica la ruta disponía de menos kilómetros, pero el desnivel proporcionalmente era superior al de la larga, que duplicaba, eso sí, los kilómetros. Al final después de bastantes vueltas decidimos hacer la ruta larga. Todos a excepción de Nino, Jesus y Rosendo, que desde un principio tenían claro que de rutas kilometricas nasti de plasti.

Continuamos así el segundo tramo del descenso, antes Yoki nos advirtió que se trataba de un tramo peligroso, que extremaros la precaución, yo también conocía la bajada, y tal vez por eso me lancé sin ningún complejo, iba a buen ritmo, cuando en la salida de una pequeña vaguada se me presentó una piedra de buen tamaño de improviso, al esquivarla se me fue la rueda delantera y con ello acabe frenado en el suelo con la cadera derecha. Mákina freno a lo justo, y no se comió mi bici de milagro. Luego llegaron Pablo, Rico, Yoki y Kiko. Menudo hostiazo me había dado, aún así no había tenido ninguna lesión, sólo la lógica contusión y el consiguiente raponazo. En un minuto ya estaba encima de la bici para continuar el descenso hasta el lugar donde se separaban las rutas, allí una nueva parada donde de nuevo se volvió a reproducir la indecisión del que hacer. A algunos este asunto ya estaba desquiciándolos. Como antes se optó por continuar con la ruta larga, tal es así, que se salió zumbando. Yo me quedé un tanto retrasado con Rico y Santos, pues a decir verdad iba un tanto dolorido, pero bueno, continué la bajada esta vez con precaución, cuando en un momento dado se me fue la rueda delantera hasta el punto de sentir hasta la llanta. ¡Illo pararse que he pinchado!

En realidad creo que había pinchado antes y por eso me había caído, lo cierto por una cosa o por otra, el pinchazo provoca un nueva parada. Mis ruedas son Tubeless, pero iban secas de líquido, así que el mismo no pudo sellar el pinchazo, hubo que desarmar la rueda para meterle una cámara, pero la válvula se había hecho una piedra y no había manera de quitarla, por fortuna, entre los alicates que llevábamos Santos y yo, pudimos, tras un buen rato, quitar la puñetera.

Al cabo de un rato llegó el grueso del grupo dispuesto a darse la vuelta y hacer la ruta corta. Era más de medio día y llevábamos poco más de 35 kms., no puse ningún impedimento, personalmente no era mi día.

Yokinet, Rogelio y Pablo se fueron en solitario hacia lo desconocido. El resto deshicimos el camino y continuamos el descenso está vez hasta el final de la vaguada. Cerca del nacimiento del río nos reencontramos con Nino, Jesus y Rosendo. Por delante nos esperaba una subida tal vez más dura que la de los Pilones, la del ascenso al puerto de la Refriega. No había descansado ni un minuto, cuando la gente comenzó a subirse en sus bicis. ¡Joe, que nervioso estaba el personal! Antonio viendo que me quedaba hizo ademán de esperarme, así que cambié la marcha para intentar cogerlo lo antes posible, no se que demonios hice, pero el cambio saltó, perdí la pedalada, no acerté a sacar el pie de la cala y caí a plomo sobre el mismo costado que me había magullado antes. ¡Será posible! ¡Illo, que me he caído de nuevo, anda la hostia! Llevaba un cabreo de mil demonios, iba desganado, y todo lo que había disfrutado hasta mi primera caída había pasado al rincón más remoto de mi memoria. Esta subida sabía que era muy puta, la otra vez la completé bien, pero sabía que podía acabar con las fuerzas de cualquiera. Había que ir centrado de coco para completarla, pues siempre adviertes su recorrido, y yo muy centrado la verdad no estaba, de cualquier modo a trancas y barrancas fui subiendo a mi ritmo. En un determinado momento me encontré a Dani, Chechu, Kike y Casio que al parecer me estaban esperando. No quise ni pararme, ¡Ya me cogeréis! Les dije. Pero Dani decidió acompañarme aunque fuera a mi ritmo. Al poco se nos acoplaron Chechu y Kike, que iban más cómodos y terminaron separándose de nosotros. Atrás se quedó Casio, que con calambres prefirió esperar a Rosendo, Nino y Jesus, que había decidido subir de manera comedida.

En un momento determinado llegamos a una zona donde no sólo tenías que luchar contra la inclinación, también lo tenías que hacer contra las rocas donde se había escarbado, literalmente, el camino. Allí, en lo alto, estaba Makina acompañado de Estrada dispuesto ha hacer fotos, se las hizo primero a Dani, que cicló la subida sin problemas. Yo ni lo pensé dos veces, ni foto ni hostias, a la primera complicación eché el pie a tierra, anduve unos metros e intenté volver a coger la pedalada. Al no lograrlo Jose Antonio se ofreció a darme un empujón, le dije que no. Supongo que advirtió mi cabreo por qué no insistió. Sorteado el obstáculo con pedaleo fácil los dos máquinas desaparecieron de mi vista. Lejos, muy a lo lejos, se veían los compañeros de cabeza, a duras penas si reconocía a Rico por su maillot rojo. Dani que se había quedado pedaleando en tierra de nadie se quedó a esperarme para no pedalear solo, abajo y también muy lejos se advertía la silueta azulada de Casio y mas atrás los tres que cerraban el grupo.

Luego vino el último tramo de subida de la ruta, el mismo que la otra vez muchos concluyeron andando. Menos mal que Dani iba conmigo, se me hizo enorme, no veía más que el momento de llegar a mi casa. Dani no sólo me ofreció su compañía, me daba ánimos, charla, a fin de cuentas todos alguna que otra vez hemos tenido un mal día y este, para mí, lo estaba siendo de verdad.

Cuando coronamos el puerto no sentí gran satisfacción. Nos extrañó que arriba no nos estuviera esperando el personal, y es que en realidad se había parado un poco más adelante, lo suficiente para que Jose Antonio, supongo harto de esperar se subiera por una enorme colina, con la sola intención de eso, subirla.

Fue entonces cuando decidí era el momento de echar alguna foto, eché mano de la cámara y sorpresa, una enorme raja cruzaba de punta a punta el visor. ¡Coño, lo que faltaba! Menuda manera de concluir la ruta. Se me debió quedar la cara de bobo. Luego llegaron Casio, Nino, Rosendo y Capiyita, este último eufórico y enorme por su logro personal.

Luego vino un largo descenso y de falso llaneo hasta donde dejamos los coches. Rápido nos vestimos de normales y tiramos para la misma venta que la otra vez. Todos a excepción de Nino, quien tenía la llaves del coche de su hermano, y como no daba contactado con el, prefirió quedarse a esperar que regresara de su macro-ruta. Más tarde cuando logró contactar con él, aprovechó para hacerse unos cuantos kilómetros de nuevo entreno.

Allí todos estaban contentos, algunos más que otros, porque a fin de cuentas el día se había portado bien para todos. De cualquier modo yo continué abatido hasta al menos, la tercera cerveza; tras ella, se desató una buena tertulia, y después dimos cuenta de unas deliciosas setas y de una suculenta parrillada, que en conjunto me dulcificaron el carácter y hasta satisfecho, prometí narrar la ruta, honor que hasta el momento, había declinado.

Ya de regreso en la furgoneta, cuando el sol se estaba poniendo, me llamó Pablo que en ese momento llegaban al coche, para preguntar como me encontraba y de paso ilustrarme sobre el rutón que se había marcado, junto a los resistentes y pertinaces Rogelio y Yokinet. ¡Illo Charlie, no te lo puedes ni imaginar, lo más grande que he hecho y haré en mi vida! Después le pasé el teléfono a Dani, de fondo se escuchaba una gallina cacareando. Sus números al final fueron de enorme valía, 3000 m de desnivel, solo de subida, 110 kms y 8 horas encima de la bicicleta.


En realidad no existe la buena o la mala suerte, concurren una serie de circunstancias que unidas de un determinado modo o desencadenadas de otro concluyen en lo que hemos dado en determinar buena o mala fortuna, pero no son más que conclusiones a las que llegamos siempre desacertadamente en nuestra propia mente. No deja de ser un comportamiento neurótico, una distorsión del pensamiento racional. Cada uno tiene sus propias neurosis, cada uno dispone de su propios miedos y fantasmas, confío en que este ejercicio de autorreflexión sirva para quitarse alguno o por qué no, algunos, de esos que rondan a los aficionados a la mtb, que también los tenemos.


Fotos 1:

http://img843.imageshack.us/slideshow/webplayer.php?id=pa170262.jpg

Fotos 2:

http://img835.imageshack.us/slideshow/webplayer.php?id=img1691ia.jpg

Fotos 3:

http://img515.imageshack.us/slideshow/webplayer.php?id=pa170245.jpg


2 comentarios:

  1. Se hace amena leerla, te engancha como esos libros a los que eres incapaz de soltar y terminas leyendotelos en una semana.

    Eso sí se nota que no te lo pasaste totalmente bien como en otras rutas que hemos hecho.

    Pero bueno, ya las habrá mejores!

    ResponderEliminar
  2. Charlie en esos dias asi de raros siempre la compañia de un compañero te ayuda mucho y la mia la tendras siempre ke te haga falta pisha,un abrazo fiera

    ResponderEliminar