Libro de Visitas

domingo, 18 de septiembre de 2011

Cebolleta 2011-I Maraton de Chiclana de la Frontera


Chechu desde el día anterior, tenía los nervios a flor de piel y es que de forma premonitoria, como si barruntara algo, no daba cogido el sueño. Se le pasaron las horas viendo como un pasmarote las tonterías de la tele, hasta que a las 4 de la madrugada decidió que había que conciliar el sueño, pues a fin de cuentas había quedado a las 7:00, para tirar en comandita hacia Chiclana.

Supongo que no era el único que estaba nervioso, Dani, por ejemplo había planificado la ruta hasta el punto de comprometer a Rumanu para que éste le cambiara el bidón en la cuesta del cementerio. Aunque el master de los nervios no podía ser otro que Zapacaba, a él le afloraron, no a horas vista, si no a días y esta vez más si cabe, pues el jueves le infiltraban la rodilla y el viernes le daba un tirón en la ingle al entrar en el coche. Menudo cenizo y vaya para de meninges también demostró al no amilanarse y hacerse la carrera.

A pesar de que la Maratón, era literalmente aquí al lado, quedamos en la Venta de Vargas muy temprano. Allí nos juntamos más de cinco coches que intentamos tirar juntos para la vecina localidad, algo que, por descontado, no fue tarea sencilla, pues Dani, en cabeza, salió disparado y apretó el acelerador como si llegara tarde a una cita. Dani, o bien estaba muy nervioso o bien ya se había dado un viaje de taurina. En buena lógica y a consecuencia de ello llegamos al parking habilitado por la organización, si no los primeros, los segundos. Allí nos topamos como uno de los históricos falibikes, Santi, saludos y todo eso y al poco nos damos de bruces con otro buen amigo, Paco Chaves que nos acompañó hasta el pabellón para recoger los dorsales, más allá otro conocido falibike, este Manuel Periñan, Peri para los amigos.

El pueblo permanecía todavía a oscuras y ningún negocio había abierto sus puertas, por eso tuvimos que andar para buscar un bar donde jamar algo. Encontramos uno en el poco antes, precisamente, los de la organización habían desayunado. Aún no se había zampado la tostada, cuando Modesto salió a fumarse, su vaya usted a saber que numero de cigarrillo. Apareció la falibike Irene, rodeada de un grupo de admiradores, el personal se pone nervioso, y es que no es para menos, la rubia es muy llamativa y además ciclista. Llegan los Montanbay de Cadiz que van a competir y más de los nuestros, saludos y todo eso.

De regreso nos topamos con Pablo que estaba buscando aparcamiento, si nosotros teníamos ganas de guasa, el, como no podía ser de otro modo, nos siguió a la zaga. Le abrimos las puertas del coche, le manipulamos la bici ¡Illo, illo! Cualquiera que nos hubiera visto en aquella tesitura, bien podría haber pensado otra cosa.

Ahora el recinto de la salida, era un hervidero de gente, lo mismo que el parking que ya estaba casi a reventar. Nos vestimos de romano, comemos algo y salimos a calentar las piernas.

_Por aquí es la meta _ me indica Vicentini con un gesto de cabeza, señalando una empinada cuesta que culmina en la ermita de Santa Ana _ Es un cuestón _ sentencia.

_Pues vamos a subirla para calentar.

Cierto que lo era, cuestecita de plato chico, que con la frescura de la mañana subimos sin problemas.

_ ¡Ostia que vistas! _ no pude más que decir _ Es la primera vez en mi vida que subo hasta aquí, llevo 35 años en Cadiz y es hoy cuando, por vez primera cuando disfruto de estas vistas. ¡Tiene o no tiene cojones1.

_ Peor es lo mío _ contestó Vicente _ ¡Yo he nacido aquí pisha! y subí por primera vez el miércoles pasado. Lo mío si grave.

Allí nos quedamos un rato los dos, viendo Chiclana desenvolviéndose bajo nuestras miradas. Al este San Fernando, amaneciendo bajo una intensa neblina. Luego las salinas recortándose en la lejanía, y reflejando los primeros rayos de sol en las aguas calmas, delimitadas por los habituales lomos de fango ¡Que bonito hijo! Mas cerca, justo abajo el patio del pabellón, y mucho moviendo de beteteros nos devolvió a la realidad. Deshicimos el camino y al rato me para Bernardo Chaves, saludos y demás y me voy con él otra vez hasta Santa Ana, pero por detrás, al poco me encuentro con Antonio Rico vestido de reportero gráfico y hecho polvo, como siempre. Me inmortaliza junto a Isra en una foto.

Precisamente con Isra me sitúo en la parrilla de salida, el se ubica en las primeras filas con los máquinas que salen escopetados; como quiera que el camino, para situarse más atrás, estaba colapsado, al final opto por quedarme junto a él.

_¡Mira uno igual que tu_ le dice un conocido a Isra al comprobar que compartíamos equipación.

_ Si es Charlie _le contesta_ Pero el no compite. Competir, solo compito yo.

Yo no dije ni pío, y es que tampoco me di por aludido. La verdad que en aquel momento tampoco sentí herida mi vanidad. Pero bueno, ahora retrospectivamente, tengo que reconocer que todos los que estábamos allí, los cañas también, lo hacíamos sin duda, para competir. Evidentemente no contra los monstruos que por ejemplo me rodeaban en aquel momento, pero si contra los de unas filas posteriores, o tan sólo contra el cronometro o, por que no, contra uno mismo, pero sin duda, si estábamos allí y yo el primero, lo era para competir.

Joshep Ajram lo podemos considerar un verdadero experto en este concepto, el mismo se pregunta, cómo sin subir al pódium ha logrado tanta atención mediática, y eso es así, por su forma de enfocar los ultraman. Lo importante es el reto, terminarlo y hacerlo en el mejor tiempo y en las mejores condiciones posibles. Todos los que participamos en carreras competimos, y si no logramos quedar en mejores, será por falta de condiciones o de entrenamiento, pero no por falta de ganas. Dicho lo cual la salida se estaba demorando, la gente comienza a impacientarse, un par de “parapentes” evolucionan en el cielo atraídos por el espectáculo del pelotón multicolor. Por megafonía se anuncia la inminencia de la salida, aunque inéditamente sucede algo, que al menos yo, nunca había visto, la salida se demora porque una participante estaba en el servicio.

Muy ilustre debía ser esa corredora para que toda una maratón del campeonato provincial de Cádiz demorara su salida. Resultó ser Irene, cuanto menos la más ilustre falibike, sin comentarios.

Completado el cajón, por fin se toca la salida. Muchos nervios así que la gente, algunos aprietan, y en las estrecheces de las calles de Chiclana, más de uno se las ve y se las desea. Yo desde un principio circulo a la vera de Vicente, más adelante ya estaban nuestros makinas buscando posicionarse. La salida era neutralizada, una vez tocamos el albero del corredor verde, tocaba agruparse. Aprovecho la ocasión para saludar a unos cuantos “Rompecuestas”, Juanma entre ellos, y algún que otro “Figura”, Conesa por ejemplo, que había aprovechado la parada para descargar la vejiga.

El día permanecía ligeramente nublado, algo de viento, nada serio, en definitiva, un día inmejorable para disputar una carrera. Cuando se da la salida, esta vez en serio, se desató la estampida de siempre, pero esta vez más si cabe, puesto que el tipo de terreno, permitía disponer desarrollos muy fuertes. Por descontado tanto yo como Vicente llevábamos los platos grandes y si no un piñón de once dientes, el inmediatamente superior. Cuando nos dimos cuenta estábamos llaneado por encima de 35 km/h, en cabeza estaban rodando 10 km/h por encima.

Así en bruto y a las primeras de cambio, meterse semejante tute, comenzó pronto a pasar factura, si no en la piernas, pues todavía era muy pronto, si en las pulsaciones, que al menos, las mías, no daban bajado y estaban muy altas. Cuando se lo comenté a Vicente me reconoció que él iba exactamente igual. Lo curioso es que si bajabas un poco el ritmo tenías la sensación de que cualquiera podía adelantarte, y que en realidad era más que una sensación ¡Al atanqueeeeeeeeeeee! Por detrás escuché voces conocidas, Pablo quejándose de lo mismo que nosotros. Aún no habíamos llegado al cruce de Miramundo cuando nos adelantan dos igualmente uniformados y a mejor ritmo, algo que no tendría nada de peculiar si no fuera porque el segundo llevaba una prótesis metálica en la pierna derecha. Un cilindro que salía de su rodilla y que sin duda debía tener una cala en su punta. Vicente y yo, instintivamente nos miramos, y sin palabras nos lo dijimos absolutamente todo.

En la cima del Tourmalet, también conocida como la cuesta de las almorranas, toda la representación de la salida dominguera en pleno animando al personal, por estar estaba hasta Pizcolito que hacía milenios que no lo veía vestido de romano. Mucha alegría de verlos allí gritando nuestros nombres o apodos y dándonos ánimos.

Vienen ahora los conocidos sube y baja, y casi sin darnos cuenta nos vamos separando y me quedo sin cañas. Me las prometía muy felices, pero luego vinieron los repechos de Miramundo y a unos cincuenta diviso a Juanito de los Montanbay. Hice un esfuerzo para ver si lo pillaba y en vez de ganar metros lo que gané fue un bajón. No me quedó más remedio que bajar el ritmo, lo que sirvió para que nos volviéramos a juntar unos cuantos cañas, primero Vicente, luego Sergio y después Juan. Rodamos un buen tramo juntos, así hasta llegar a la altura de la Venta el Carbón, donde apareció Kike corriendo para darnos ánimos. Venía ahora una vertiente imposible de ciclar, íbamos en fila india, y viendo que se acercaba Vicente me dice:

-Ahora viene el repecho. Ni se te ocurra intentarlo, andado ya sabes_ y es que Vicente me conoce muy bien y sabe lo cabezón que soy.

A esto un falibike se sale de la fila india y me adelanta para unos metros después echar el pie a tierra. ¡Pa que hizo eso! Lo cierto me molestó lo suficiente como para que me escorara a su derecha y seguir con el pedaleo. Logré adelantarlo pero lo estaba haciendo por un sitio muy complicado.

_¡Qué haces Charlie! _Exclamó Vicente casi al tiempo de sentir como una pedrada en gemelo derecho.

_¡Ahi, ahí!_ intento sacar la pierna de la cala y como no lo logró ve voy cayendo sobre mi izquierda, precisamente sobre la rueda delantera del falibike.

_¡Joe mira que te lo he dicho!_ seguía echándome la bronca Vicente, y además, con razón. Juan y Sergio me preguntan por el percance y bueno, de momento en caliente no sentí nada especial, sólo al día siguiente, y viendo que el dolor fue creciendo fue cuando el fisio me diagnosticó y trató una rotura fibrilar, de ahí que sintiera la pedrada, que en realidad se trató de una rotura.

Pero bueno de momento ni le había echado cuenta, allí iba junto a Vicente, en busca de la primera subida a Medina. Stiri se nos adelanta y en contrapartida cogemos a Josemari de los Montabay, y vámonos que nos vamos, por la cuesta de las cañas. Resoplidos y sufrimientos, pero bueno, a fin de cuentas, damos buena cuenta de la rampa, así hasta la fuente del comendador donde Vicente para a repostar. Litri continúa en solitario. No paran de llegar ciclistas, un goteo continuo, repuesto el bidón encaramos las primeras rampas del camino que sigue a la fuente, meto toda la cadencia que me permite la transmisión con el fin de no llevarme otro susto, vamos ganando metros, pero el sendero es muy puñetero y en un sencillo badén siento no el gemelo, si no el bíceps femoral, se lo comento a Vicente y decidimos hacer el trecho que nos queda caminando. Nos empleamos a ello y curiosamente íbamos más deprisa que la gente que lo intentaba encima de la bici.

Volvemos a montarnos y ya en Medina, un control; ahora tocaba un poco de asfalto por las calles del pueblo. De camino hacia la Catedral aparece el otro Vicente “Viajero Azul” y nos saca unas instantáneas.

Tocamos vértice y ahora hacia abajo, primero por las calles del pueblo, después por desniveles de albero y hormigón, para por último bajar por la trialera de las cañas. Allí tanto Vicente como yo íbamos a muerte, aunque eso sí, un tanto preocupados por lo que se nos venía encima, que no era otra que la célebre cuesta del cementerio.

Vaya a usted a saber cuánto de tiempo antes, habían pasado por allí nuestros ilustres, entre ellos Dani que se emocionó sobremanera cuando en pleno esfuerzo se vio alentado por su madre, su hermano y un sobrinito.

Nosotros comenzamos a subir sin pausa, centrados, “pim, pam, pim, pam” como hubiera dicho Modesto. A pesar de ir en cabeza, no me las prometía muy felices, conocía de sobras la cuesta, y precisamente por eso, que la conocía, no sabía si disponía de las piernas para completarla sin calambres. Vino el primero de los enormes repechos, y pegando un grito de rabia lo completo, vino el siguiente y con él, eche la cabeza hacia abajo y me dije a mi mismo ¡por cojones! Hasta ese punto de la cuesta no vimos prácticamente a nadie, al pronto escucho a Ruben nombrándome y dándome ánimos, y tras él un montón de gente flanqueando ambos tramos de la estrecha carretera. ¡Menudo subidón! para colmo de bienes, aparece Angelito y me planta una manopla lo suficientemente intensa como para quitarle diez grados a la cuesta. Don Antonio Rico, saca fotos a diestro y siniestro, y si no me bastaba con la manopla de Angelito le releva en ello mi buen amigo Guille, conocido en el ámbito forero como Tyker.

A pesar de la ayuda la cuesta se las trae, cuando llego arriba, aprovecho el respiro para esperar Vicente, que se me había demorado unos metros.

Ruben y los demás que se quedaron animando en la cuesta tuvieron oportunidad de emocionarse contemplando la capacidad de superación humana. La esplendida foto que hizo Rubén lo dice todo. Cuando la foto se publicó en el facebú, causó verdadera sensación y es que no era para menos, los comentarios te ponían los pelos de punta, sobre todo los de su verdadero protagonista, que completó los comentarios con lágrimas en los ojos agradeciendo a todos las palabras de apoyo. Desde luego tanto el como su compañero, tienen toda (lo hago extensible a todos los cañasbike) nuestra admiración y nuestro respeto.

Un par de vueltas por calles, nuevamente del pueblo, y hacia abajo por un sitio que no me había metido en la vida, una carretera donde cogemos velocidad de vértigo. A las puertas de un Cortijo estaba “Peri” en un control, me da ánimos al tiempo que marca el dorsal, pero tan “entacao” iba, que a punto, al coger una curva, me estampo con una de las paredes del Cortijo.


Vino a ahora, una trialera, empredada y arena fina, también inédita para mí; pongo posición de descenso, saco culo y disfruto de la bajada. Para Stiri también debía ser inédita, le cogió por sorpresa y fue a dar con los huesos al suelo, pero sin consecuencias. A lo justo, también pasó por allí, Isra, que entre salto y salto se le había salido la cadena y no se dio cuenta hasta un rato después.

Continúa la carrera por sitios desconocidos, pero no me importa, allí estaba Vicente que había hecho la rueda de reconocimiento unos días y me iba aleccionando. Antes de darnos cuenta dejamos atrás Medina, metemos plato en la carretera y forzamos las piernas, yo lo suficiente para sentir como se me acalabraban y se ponían rígidas y duras como piedras. Llegamos a un avituallamiento y pido réflex pero no tenían, me acerco a una ambulancia que había por allí, y tampoco, sólo “voltaren” pero bueno, me hecho la pomada y con eso y el masaje que les di parece que los muslos vuelven a recuperar soltura.

Perdemos un buen tiempo pero a estas alturas, tanto a Vicente como a mí, eso nos importa bien poco. Retomamos la carrera por la zona de trialeras que inevitablemente nos obliga a echar el pie a tierra con frecuencia. Por primera vez en la carrera, nos cruzamos con nuestro buen amigo Molina. Un más que conocido falibike, master 60, bajito, canijo, fuerte y más listo que las ratas. Cuando salimos del enjambre y cogemos carril nos separamos de Molina, pero este cogió entonces la rueda de otro compañero, Carlos de los Figuras de Barbate. Pegado a su rueda, este logra alcanzarnos a nosotros y de camino al Tourmalet, allí nos juntamos un pequeño pelotón. Nos fuimos turnado, mal que bien, en los relevos, todos claro está, menos Molina. Vicente llega a mosquearse lo suficiente como para frenar y obligarlo a ponerse en cabeza. A mí me da la risa y Carlos nos comenta que lo traía a rueda casi desde Medina.

_No sabe este na_ volvió a comentar Vicente al tiempo que lo veíamos coger la rueda de otro incauto.

_A ver si aprendo de él_ me dije yo a mi mismo, pues ahí estaba el tío a sus sesenta y tantos años.

Compartimos cuesta con Carlos, momento en que nos volvimos a encontrar con Viajero Azul ejerciendo de reportero gráfico, tumbado ahora en plena cuesta buscando la mejor perspectiva.

Las piernas, como por arte de magia, nos respondían ahora tremendamente bien; vamos recuperando terreno, adelantamos a muchos y comprobamos que muy pocos son capaces de aguantar nuestra rueda.

Prosperamos sobre Irene que nos había rebasado cuando el parón del “voltarén”; le pregunto por la ruta que estaba haciendo, y al responderme que la larga, me deja gratamente sorprendido, seguro que subía al pódium, como así fue.

El mismo camino en el que alcanzamos velocidades vertiginosas en la salida, se nos presentaba ahora en el regreso. Íbamos lanzados, aún así se nos fue pegando gente y bueno, transigimos. Adelantamos a Juan que iba con mucha cadencia a pesar de lo sencillo del terreno, al parecer iba acalambrado. En un momento determinado fuimos nosotros quien cogimos la rueda de un par de beteteros que iban a buen ritmo. Yo me sentía con fuerzas de darles un relevo, pero Vicente insistía en que no,_que se quemen en ellos_ me decía_ no seas tonto Charlie, hazme caso. Pero yo que soy más cabezón y más insensato que Vicente no le hice caso y me puse a tirar del grupo, que por entonces sería de unos siete u ocho miembros. Pim, pam, pim pam, así dale que te pego a buen ritmo y mirando para detrás, a veces implorando el relevo, pero que ni dios me daba y Vicente, con la mirada diciéndomelo otra vez todo.

_¡Joe! es que nadie me va a dar un relevito.

Uno debió darse por aludido y se empleó a ello, tiró y tiró cada vez más, lo suficiente para que me viera en la cola del grupo.

_¡Ves, te lo tengo dicho! ¡Es que nunca me haces caso! _ y yo agachando las orejas.

Primero diez metros, luego cincuenta y ya en las calles de Chiclana tres de los que había llevado a la meta desaparecieron de nuestra vista. Poco importaba ya, pues la meta debía estar ahí mismo.

Centro de Chiclana, Calle de la plaza, poca gente por las calles, Ayuntamiento, cuesta “parriba”, algún despistado animando, ahora a la izquierda, pasas la cancela y la cuesta de Santa Ana. Enorme ruido de voces, palabras multiplicadas por un altavoz, densidad de gente a ambos lados de la cuesta, voces conocidas, entre ellas las de KAY desgañitándose junto a los hermanos Montanbays. En vez de acelerar, hago todo lo contrario, me dejo ir, me relajo y disfruto del momento. Vicente que tenía arriba a su mujer y a su hija, hace todo lo contrario, se levanta y esprinta los últimos metros.

La llegada a meta grandilocuente, ese momento satisfizo con creces todos los malos ratos pretéritos, si los hubo.

Entre la multitud apiñada entorno a la ermita milagrosa, me encuentro a Rumanu que lo primero que hace es ponerme al corriente de la enorme carrera que ha hecho nuestro “Pichurrin”.

Modesto tuvo un mal comienzo, no se sintió a gusto hasta mediada la carrera, para cuando le cogió el tranquillo a la maratón ya era tarde, hubiera quedado mucho mejor, si la maratón hubiera dispuesto de más kilómetros. Ivan y Dani entraron en meta juntos, hicieron, como no podía ser de otra manera un excelente trabajo. Rafa, como no podía ser de otro modo, hizo una sublime primera parte, en la segunda ya de regreso los calambres le atenazaron las piernas, aún así logró un inmejorable 18 posición en su recién estrenada categoría, la de los cuarentones.

Juan a pesar de sus calambres entró a unos minutos de nosotros, tras él y en racimo, fueron entrando en meta, todos con una sonrisa de oreja a oreja, Javielquillo, Antonio Bombetesty, Pablo, Paco, Luisbi y Roberto.

Concluía ahí la 1ª maratón organizada por nuestros vecinos chiclaneros. Una maratón que se bautizó como profundamente severa. Un trazado más que conocido para nosotros, sin complicaciones extremas, salvo puntos muy precisos. La verdadera dureza no se escondía en el perfil o en la calidad del terreno, si no en el ritmo al que se hubo que circular. Desde un principio rodar con la pulsaciones al borde del límite, al menos yo, es algo a lo que no estoy acostumbrado, de ahí que, para mi sorpresa, aparecieran calambres que creía desterrados.

Desde el punto de vista organizativo la maratón no ha tenido ni un pero. Los chiclaneros se han salido. Enhorabuena, porque verdaderamente, os lo habéis currado de maravilla. Mucho me temo, que esta va a ser una maratón de referencia en la provincia, y si no al tiempo.

Desde el punto de vista emotivo, la carrera tal vez, haya sido la más apasionante de las que he participado y no han sido pocas. Si habéis llegado hasta aquí habréis comprobado por el relato, que siempre nos acompañó el público y eso, para nosotros, sufridos amateurs, es digno de agradecer. Pero lo mejor era que entre ellos se encontraban tus amigos y muchas caras conocidas. Al que te pica el dorsal no sueles prestarle atención, pero cuando este es tu amigo, y te jalea cuando te tiene a la vista, experimentas una sensación que no se puede explicar, sencillamente hay que estar allí para sentirlo. Luego te encuentras a tus compañeros aplaudiéndote por aquí y por allí; Kike aparecía de repente por cualquier lado dando ánimos, Vicente “el viajero” multiplicándose y haciendo fotos, ahora aquí ahora allí.

Luego llegó el momento de los trofeos. Nadie como el Pichurrin fue tan aclamado al subir al pódium, nadie. Todos, Montanbays, Cañasbike, Rompecuestas, Rinorojos, todos los que lo conocemos, que somos muchos, todos, absolutamente todos lo aplaudimos al unísono, fue un momento superemocionante. Eso dice mucho de la persona, y no sólo del éxito que ha logrado. Y con su triunfo, cada uno de los cañasbike nos vimos en él reflejados. Una parte de nosotros tuvo también su fracción de gloria, pues una cosa son los colores que se gasta, que son los del sponsor, y otra muy distinta los colores del corazón. En definitiva, que el Pichurrín, estuvo hoy enorme y nos ha dejado a todos con la boca abierta y henchidos de agradecimiento por ser cañasbike, aunque sólo lo sea de hecho, no de derecho.

Lo mismo que Diego, tercero de su categoría, aunque por federarse como cicloturista no subió al pódium, y lo gracioso es que ya es la segunda vez que le pasa. Bien es cierto que en contrapartida cedió el puesto a otro buen amigo nuestro, Bernardo, que todo hay que decirlo, también está fuerte de cojones, aunque hoy, estuvo un poco menos y el mismo reconoció que tanto Cechu como Diego lo habían llevado hasta la posición que había logrado en la general.