Libro de Visitas

sábado, 30 de octubre de 2010

XII RUTA BTT CIUDAD DE LA PALMA

Jose luis (Jlpwin), Selu, Litri, Kike, Chechu, Danielobic, Lagartone, el Rico, Nico, Paco, Vicentini, Rumanu, Navivel, Yokinet, Gui, Pablo, el Colegui y yo. La verdad nos justamos una nutrida representación de cañasbikes en la XII Maratón BTT ciudad de la Palma del Condado, si hubiera sido una cicloturista, de seguro nos hubiéramos llevado el trofeo al club más numeroso.

Parecía como si todo el año hubiéramos estado cogiendo la bicicleta sólo para ese día, tal eran los nervios que demostrábamos tener. Esta vez, no sólo estaba nervioso Dani, en mayor o menor medida, lo estábamos el resto, hasta Javier Estrada según Manu estaba nervioso.

Vicente, Modesto, Dani y yo, estábamos en la Palma desde el viernes, no queríamos meternos el madrugón que se pegaron el resto de nuestros compañeros. Como no podía ser de otro manera, echamos un buen rato juntos en la previa a la carrera.

Y llegó el gran momento, en la parrilla de salida de un circuito de entrenamiento de Forumula 1 allí nos vimos rodeados de más de 1600 compañeros. Una sensación claramente recomendable. La voz de un comentarista se escuchaba de fondo, y la misma hacía mención al tiempo desapacible que hacía, y que nos acompañó durante toda la carrera. Tocó la salida y como siempre y a pesar de que los siete primeros kilómetros fueran neutralizados, la gente salió disparada como si le fuera la vida en ello, o como si la meta estuviera a quinientos metros. Enseguida se formó un embudo para salir del asfalto y coger un camino arenoso que nos llevó directamente a la Palma. La gente se apelogotonaba, y a la más mínima te veías obligado a echar el pie a tierra. Una chica que iba detrás mía, increpaba a todo dios porque le habían obligado a pararse, ¡Ojú! como estaban los nervios. Por intentar esquivar a los caminantes me salí del camino de arena, y arrasé con todos los matojos que se me pusieron por delante. Al final tuve que pararme para quitar los que se me habían enredado en el cambio. Luego en el pueblo, la gente asomándose con la curiosidad acostumbrada a este tipo de eventos, el asfalto estaba mojado y había que andar con cuidado, máxime en las zonas adoquinadas, precisamente en una de ellas, a uno se le fue la rueda y fue a dar con los huesos al suelo. Un Falibike, que iba justo detrás, se las vio y deseó para esquivarlo, cuando llegó a la vera de su compañero, empezó a mofarse del accidentado calificándolo de globero con todo su peor tono despectivo. Me quedé cayado y también avergonzado, habría que preguntarle al chiclanero que entiende él por globero. Pero que le vamos a hacer, en las carreras siempre me he encontrado patosos y los peores, son precisamente esos, que siendo sencillos aficionados, se creen algo e incluso infinitamente mejores que los demás. A la salida de la Palma un nuevo parón, este provocado por un paso a nivel en medio del pueblo. ¡Qué se yo! Al menos duró 10 minutos.

La prisa de antes había servido para bien poco, a lo sumo, para soltar adrenalina y de paso los nervios, de esos ya pocos quedaban. Cuando la benemerita autorizó el paso, unos cuantos cañas se agruparon en un largo tramo de carretera, Lagarto entusiasmado, con todo el desarrollo me dijo: ¡Venga Charlie, pégate a la rueda! Le hice caso y me puse a la estela de Dani, luego pillamos a Vicente, Gui y Rumanu, y al poco se acopló Kike. Vicente se puso a tirar como un loco encabezando el grupito. Adelantamos entonces a Rico, le comenté, ¿Has visto como van estos tíos?, déjalos me contestó y eso hice, me fui a mi rollo.

Después llegó Ivan que iba sólo pero a buen ritmo, nos echamos un guiño y me rebasó. Cuando por fin dejamos el asfalto lo hicimos para rodear un embalse, encontrándonos con los primeros rompepiernas de buen desnivel. Luego descenso para bordear durante unos cuantos kilómetros el famoso río Tinto. El camino estaba francamente mal. Charcos por todos lados, terreno arcilloso y resbaladizo, piedras sueltas. Aún así se prestaba a un buen desarrollo, así que metí plató y comencé a adelantar a gente. aunque también soy superado por otros, entre ellos Kike. Pero sortear tanto charco no era tarea sencilla, así que en un determinado momento un goterón de barro y agua fue a estamparse en la cara. No me quedó más remedio que quitarme las gafas. Tengo las gafas graduadas y además estoy acostumbrado a correr con ellas, así que no sólo me veía muy raro, en realidad no veía, pero que demonios iba a hacer, parar no desde luego. Seguí de este modo a plato y buen ritmo cuando otro salpicón se fue derecho a mi ojo izquierdo. ¡Coño! Durante unos segundos me quedé sin vista, reduje la velocidad y a duras penas si pude limpiarme el ojo. Allí se mantuvieron unos pequeños granos de esa arcilla rojiza que tiñe el río y que escuece “pa to sus castas”. Pillo a Rumanu en su primera parada, lo justo para verlo subirse en la bici, rodar unos metros juntos hasta el primer control y avituallamiento y desaparecer de mi vista. Comienza un sube y baja que va estirando el grupo. Enlazo con Vicentini y cambiamos impresiones. Vicente salió con la intención de hacer la ruta corta, pero pruebo a convencerle para que se venga conmigo, no lo consigo. ¡Vete tranquilo que yo he quedado con Gui para hacer la corta! me dijo, y poco a poco se fue quedando atrás.

La serpiente de ciclistas se veía en algunos tramos espectacular, cientos y cientos de tíos dando a los pedales en medio de la naturaleza. Alucinante.

En una cuesta vuelvo a pillar al Rubio empleándose otra vez en la cadena, esta vez ayudado por Kike. ¿Necesitáis algo? No, todo controlado. En una zona peligrosa, como atravesando un rio seco, la gente comienza a apearse, por lo resbaladizo de rodar entre tanto pedrolo. Atrás escucho: ¡Venga Carlos no te pares! Eran Manu y Kike que me habían pillado de nuevo y que al poco me vuelven a rebasar.

Aparece después Nico, el diesel cañasbike por excelencia, y eso que llevaba un poco de sobrepeso. Le sigo la rueda durante unos cientos de metros y cejo en el empeño. Me dice que Pablo viene detrás, miro pero Pablo de momento no da señales de vida. Desaparece Nico y otra vez me vuelvo a quedar solo. Cuando Pablo da llegado intercambiamos posiciones sin decidirnos a circular juntos. Ahora el terreno se me da mejor a mí, luego me pongo delante, ahora se le da mejor a él, y Pablo se distancia unos metros. Así llegamos al segundo avituallamiento, Gui permanece apoyado sobre la bici, como si estuviera esperando a alguien, pillo un plátano y otro para él, Pablo salé disparado, Gui me pregunta a qué ritmo voy, le contesto que al mío ¿Pero apretando? ¿Tú qué crees? Bueno pues entonces te acompaño. Curioso lo de nuestro Angel Luis, en la primera cuesta se pone a adelantar a todo “quisqui”, y que decir bajando, a duras penas si podía seguirle. Inmediatamente el terreno comenzó a inclinarse, así como quien dice por derecho, pillamos a Pablo y así continuamos un rato. Al frente, otra vez, aparece Rumanu parado, esta vez ayudado por Nico, los dos manipulando la bici. ¿Qué ha pasado ahora?

La cadena rota. Nos paramos pero poco más que eso podíamos hacer. Gui comenta que lleva un cierre rápido lo saca y se pone a ayudarle. Yo continuo pero sin dejar de mirar para detrás a ver si venían los compañeros. Aparece Nico y tal y como lo hace vuelve a desparecer, sólo tuve tiempo para preguntarle si habían reparado la cadena, me aseguró que sí. Continué pedaleando un tanto preocupado por Manu, al cabo de un rato asoma Pablo, y volvemos a intercambiar posiciones, sin resolver tirar juntos. Viene una dura cuesta, la recuerdo del año pasado pues era el punto donde se divide la ruta en dos opciones, a la izquierda la corta, a la derecha la larga. El año pasado a esa alturas ya iba fundido, el calor en aquella jornada fue sofocante y el esfuerzo que tuvimos que realizar tremendo, en esta jornada me sucedió todo lo contrario, la temperatura era ideal para subir cuestas, nada de deshidratación, las piernas en perfecto estado, ni por un momento se me pasó por la mente la posibilidad de hacer la ruta corta. Nos picaron los dorsales y de inmediato se presentaron unas duras vertientes, precisamente coronando una observé a Nico caer a plomo sobre su costado derecho. Se repuso enseguida. Luego nos metimos en una ancha pista con pendiente mantenida pero que permitía un buen desarrollo, en un momento dado a Pablo le entraron ganas de orinar, el insistió en que no le esperara y así lo hice, pero sólo durante unos metros ¿A qué pedalear sólo, pudiéndolo hacer en compañía? Le esperé, el agradeció el gesto y así espontáneamente resolvimos, sin decirlo, hacer juntos el resto de la carrera.

Llegamos al poblado forestal de El Manzanito, cuatro casas en medio de la Montaña, pero mas gente que en la Palma. Los niños te ofrecían las barras, las latas y las bebidas sin necesidad de apearse de la bici, aún así yo lo hice para aprovechar que alguien me rociara la cadena con aceite; no me gustaba como estaba sonando, más valía prevenir.

Venía ahora la famosa “doble uve”, primero bajada a la Ribera de Casa Valverde, y luego subida a las Zahurditas y en ella sorpresa, aparece Rumanu. Metros antes le comenté a Pablo la posibilidad de que el Rubio hubiera tirado, desanimando, por la ruta corta, ahora que estaba junto a nosotros nos confirmó que estuvo pensándoselo, de hecho se detuvo en la encrucijada, sin saber que hacer. Llevaba un mejor desarrollo que nosotros y le animamos a que tirara para delante, pero ya no quería más sorpresas y menos verse pedaleando sólo, así que decidió quedarse con nosotros.

Con ritmo mantenido fuimos siempre adelantado a gente, tanto en las subidas como en las bajadas, en estas últimas, mis compañeros siempre lograban sacarme unos cientos de metros, pero luego aflojaban para que les pillara. Por delante imaginábamos a nuestros colegas debatiéndose por recortarle minutos al cronometro. Atrás no teníamos muy claro quien vendría, comentamos que Chechu sería uno de ellos, pues no lo habíamos visto ni en la salida. Nada más lejos de la realidad. Las vísperas de la carrera no habían sido nada buenas para el Pichurrin, se encontraba desmotivado, sin ganas de competir, incluso pensó en no correr. Manu lo convenció. Cuando llego el día, en vez de estar nervioso como todo el mundo, él como si nada, más tranquilo que una foto. Se puso en la parrilla de salida de los primeros, salió como una moto sin pensar en los kilómetros que le quedaban por delante, y eso le debió servir para ir adquiriendo buenas sensaciones durante el transcurso de la carrera, tan buenas que cuando iba por el ecuador de la misma pensó en cazar a Dani y Modesto, a quienes suponía por delante, así que apretó los dientes y se puso a tirar como un descosido. En realidad era el cañasbike que iba en cabeza.

Mientras tanto nosotros, bajando por el Barranco de los Silos, nos quedamos prácticamente solos, el paisaje era especialmente espectacular por aquellos lares. Cuando se invirtió la inclinación, en la subida por las Revueltas del Risco comenzamos a encontrarnos nuevos bikers. El último tramo de la “doble uve” es el más jodido en cuanto a dureza, así que como quiera manteníamos nuestro ritmo, también aquí adelantamos a la tropa.

En un momento dado Manu se distanció una cincuentena de metros, parecía como si hubiera decidido tirar sólo. Sin embargo al poco y una curva lo vemos parado junto a un Falibike disgustado y rodeado de cámaras con la rueda desarmada. Rumanu se apiadó de la desesperación del chiclanero y le pasó su cámara, invirtió justo el tiempo para que lo pilláramos de nuevo. ¡Es que me dio pena verlo ahí desesperado! Nos explicó.

Llegamos a otro avituallamiento que más que eso parecía un supermercado, ya que no sólo había geles, liquidos o sólidos, a ellos se añadían unas enormes barras energéticas. ¡Illo pásame una de esas! ¡Con semejante barra tengo para cuatro salidas por las cañadas! Me indicó Pablo blandiendo el obsequio.

Iríamos por el kilómetro 70, más o menos el mismo en el que a Ivan le visitó el Tio del Mazo, le dio tan fuerte que estuvo al menos diez kilómetros atontado, tal fue la pájara que pilló, que Kike cuando llegó a su altura, lo vio realmente fulminando. De cualquier modo aún quedaban muchos kilómetros por delante, los suficientes para que se recuperara e incluso superara de nuevo a Kike.

Yoki, que iba con tiempos similares, las estaba pasando canutas, primero porque desde mediada la carrera el femoral izquierdo le avisó con fuerza de una posible contractura, segundo por qué no sintonizó bien con el tiempo, tuvo frío y no se aclaraba en ponerse o quitarse el chubasquero. Total que en los últimos diez kilómetros en vez de meter plato y adelantar, fue rebasado por mucha gente.

Santos a estas alturas se había juntado con un Falibike, según él, muy buena gente con una Cannondale doble, y los dos juntos, perfectamente coordinaos se dieron relevos para volar y adelantar al personal. A pesar de que como todos, iba calado hasta los huesos, y lleno de fango no comenzó a sentir fatiga hasta el kilómetro 80.

Los treinta últimos kilómetros fueron también muy duros para Modesto, quien se había preparado física y mentalmente para esta maratón como ningún otro. Hasta aquí había aguantado el ritmo de Dani sin problemas, pero Dani estaba aquel día especialmente activo, a estas alturas en otras carreras le habría dado un bajonazo y sobre todo los calambres habrían hecho acto de presencia. Pero eso había sucedido en otras carreras, hoy Dani tenía las piernas como para hacerse dos maratones seguidos. Pero también, como en él es habitual, en vez de lanzarse desaforadamente a arañarle minutos al cronómetro, se quedó con Modesto dándole todo tipo de ánimos y consejos, logrando que este no desfalleciera.

Mientras los de cabeza iban entrando en meta bajo una fuerte lluvia, nosotros nos las veíamos por la zona forestal del Tumbalejo. No nos encontramos con desniveles de importancia, pero aún así no tuvimos descanso alguno, máxime con la que nos estaba cayendo desde el cielo. Por ver no veía ni tres en un burro. Tras una bajada cuarteada y algo peligrosa Pablo pincha. Allí había que vernos a los tres, que si la lluvia no cejaba, que si el liquido tubeless no sellaba, total que a ponerle una cámara. Estuvimos allí parados un buen rato, el suficiente para que nos adelantaran un montonazo de bikers, entre uno, mínimo master cincuenta, que muy serio nos dijo: señores lo siento. Lo dijo con una pena como si él mismo hubiera sido el causante. Luego apareció David que llevaba los muslos como si hubiera estado sangrando, nos contó que en realidad se había rozado con algo y entre eso, la arcilla rojiza y algo de sangre le había quedado esa pinta, pero nada de importancia. Nos dijo, igualmente, que iba tocado de piernas y de frío, así que mejor nos dejaba con nuestra faena. Cuando por fin logramos reparar la rueda, salimos disparados con un ritmo suficiente como para pillar y rebasar de nuevo al personal.

En una cuesta en la que había que forzar las piernas el bíceps femoral me dio un aviso tremendo. ¡Illo, illo! ¡Ay, ay! Joder eso es del parón, me aseguraron los compis. Yo tenía muy malos recuerdos de ese tipo de calambres, así que por si acaso, me bajé rápido de la bici, y me puse a correr a pie. Una vez, las piernas, recuperaron la temperatura y los calambres desaparecieron, fue Rumanu quien atravesó un mal rato. ¡Estoy tiritando! Y cierto que lo estaba. Después de estar tanto tiempo parados, allí bajo la lluvia, nos costó trabajo recobrar la compostura, aún así lo logramos y otra vez nos empleamos en rebasar a aquellos que nos había adelantado. En un ascenso de buena y ancha pista cogimos a David, le animamos a que nos acompañara pero el Colegui iba muy a su rollo, así que lo dejamos así, a su propio pedaleo. Volvimos a recuperar el buen ritmo ya se veía el rio Tinto y al fondo el Puente viejo de Gadea, cuando otra vez nos detenemos. Esta vez el que pinchó fue el Rubio. ¡Ja, ja, ja, ja, será posible! Se lamentaba con guasa Pablo. ¿Qué más nos puede pasar hoy? Pero ¿Y lo bien que lo estamos pasando? Otra vez al suelo, tampoco esta vez el líquido tubeless dio sellado. Tanto Pablo como Rumanu habían gastado sus respectivas cámaras, yo saqué una y nos empleamos en cambiarla. Resultó que la válvula era un pelín más ancha de lo normal y no daba entrado en el agujero de la llanta. Saqué la otra cámara y esta tenía la válvula del grosor correcto pero un poco doblada, lo que impedía su fácil hinchado. ¡Joe! Y mientras tanto los mismos que habíamos adelantado, al menos tres veces, otra vez rebasándonos. Algunos nos miraban con caras extrañas como diciendo ¡Y estos tíos! ¿De que irán? Llegó a nuestra altura uno de esos que recuerdo por su maillot del equipo AG2R, tras él a unos 25 metros venía David. ¡Ira!-dijo Pablo- El Colegui seguro que lleva cámara. Lo dijo a la altura del AG2R y este creyó (por lo de colegui) que se referían a él, así que paro ¡Si llevo cámara! –nos dijo, y se detuvo con ademán de sacarla. ¡Ostia! ¡Gracias campeón, no te preocupes, que ahí detrás viene un colega nuestro! – le dijo Pablo agradeciéndole el gesto. Sin embargo no hizo falta la colaboración de David, cuando este llegó ya habíamos logrado enderezar la válvula de mi segunda cámara. El Colegui siguió su camino ¡Me voy que ya me cazaréis! Mientras hinchaban la rueda me puse a hacer carreras a fin de que no me volviera a suceder lo de antes, el Pablo se descojonaba viendo como me aplicaba en los diez metros lisos.

Después del segundo gran parón, el último que nos había adelantado lo vimos volar por encima de la bici para caerse, después de la paulova, encima de los arbustos. Menudos ostiazo se pegó el colega, por fortuna sin consecuencias, aunque otra vez nos tuvimos que detener. ¿Y cuantas iban ya? Después nos incorporamos a una buena pista forestal, la que une Valverde con Villarrasa. El terreno permite meter plato y eso hacemos. Volvemos a rebasar a David, que ni intenta seguirnos la rueda. Después la pista continúa por el antiguo trazado del ferrocarril minero de Riotinto. Esta pista estaba repleta de charcos y fango licuado. Como sucediera antes los goterones fueron a estamparse otra vez en la cara. Manu harto frenó para limpiarse, yo con el ojo izquierdo a la virulé, opté por echarme chorros a presión con el bidón. Cuando por fin, dejamos los charcos llegamos a Villarrasa, pero allí las señales, si las había, parecía como si las hubieran escondido. Total que nos perdimos y estuvimos deambulando por las calles del pueblo un tanto desconcertados. Preguntamos a uno que pasaba en coche que no tenía ni idea por donde transcurría la carrera pero que al menos nos indicó la dirección para el circuito de Monteblanco. Se nos unió un biker de pocas palabras y que también andaba despistado. Pablo le animó a que se pusiera a nuestra rueda pues poco después llegamos a la A-472 y un policía nos indicó por donde teníamos que coger, así que recuperamos el buen desarrollo, atravesamos el paso a nivel, para desviamos a la izquierda haciendo un rodeo y encontrarnos con una jodida rampa, la del Cabezo del Molino, que nos obliga a bajar plato. El biker que se nos había unido en Villarrasa, seguía con nosotros, no nos había dado un solo relevo y a los sumo cruzó dos palabras con Manu, al poco de acabar la cuesta, se puso en pie y nos dejó allí como verdaderos “clinex” (ya sabéis por eso de usar y tirar). Luego enredado tramo de arena rodeando el circuito, lugar donde casi una hora antes Ivan había tenido que detenerse pues una rama de eucalipto se le había metido en la rueda, nosotros aún en esas, sin poner mucho empeño en ello, continuamos rebasando a gente.

Llegamos a la meta los tres abrazados, lástima que no hubiera un reportero gráfico para inmortalizar el momento, Manu a la izquierda, yo en medio, y Pablo a mi diestra. Al vernos entrar aparecieron todos los nuestros, los que nos habían precedido y los que había hecho la ruta corta, entre ellos Guille y Nacho de los Montanbay. Tyker llevaba en las manos dos cervezas, sin pensármelo dos veces, le quité literalmente una que me bebí de un trago. ¡Qué bien trabajo!- parecían decir al unísono Dani y Modesto. Al cabo de un rato llegó Litri con una enorme cara de felicidad. Juan el año pasado se vio obligado ha hacer la ruta corta, completar la larga era para él todo un reto personal, además se había desayunado maratón o cicloturista por semana desde finales del mes de septiembre. No había tenido calambres ni pesadez de piernas ni dificultades de consideración, estaba pletórico.

Minutos después llegó David, con igual sensación de euforia, la que proporciona el cumplimiento de un reto. La misma sensación que hacía más de una hora había tenido Chechu cuando atravesó la meta en solitario con una sonrisa de oreja a oreja o Kike que se había marcado un excelente tiempo en su primera maratón o el propio Antonio, que no pudo revalidar su tercer puesto del año pasado, pero que había realizadazo un tiempo excelente tanto en la general como en su categoría. Y que decir el tiempo de Dani, si hubiera pensado sólo en el, sabe Dios cuantos minutos le hubiera arrancado al cronometro, y no digamos ya de Modesto, que aunque insatisfecho con su tiempo, tuvo un comportamiento excepcional.

Los que había hecho la ruta corta, lo hicieron sin ningún incidente. Eso si, todos tenían muy claro que había realizado una ruta de menor categoría que la principal sin “doble uve” ni otras cosas, pero de corta nada, 80 kms, no pueden ser considerados precisamente como una ruta efímera. Vicente se encargó de recordárnoslo durante todo el camino de regreso a casa, orgulloso también de su logro personal ¡Claro que sí! ¿Quién discute lo contrario? ¡Ole vuestros ….!, Selu, Paco, Angel Luis, Vicente, Jose Luis.

Luego hubo que lavar las bicis, nosotros estuvimos listos y en vez de morirnos de frío esperando a que nos tocara el turno con las pistolas a presión, nos buscamos un bujío y de paso una manguera, las bicis no quedaron muy mal y el agua tampoco estaba muy fría, así que la aprovechamos para quitarnos, al menos la mugre de la piernas y de las zapatillas. Luego un baño en agua congelada, como dijo Yoki, con más frío que un berebere en la Antártida. Las duchas que eran portátiles no dieron abasto para tanta gente, ducharse allí no fue precisamente lo más agradable de la carrera. Pero luego vino una comida que al menos yo, devoré con voraz apetito, me supo a gloria.

Para el año que viene, seguro que repetiré.

El agua del Río Tinto dio mucho que hablar en los días posteriores a la carrera, muchas componentes de las bicicletas se oxidaron, sobre todos las cadenas. Lo componentes minerales de las aguas de la zona aceleraron el proceso de oxido de los mecanismos de nuestras bicicletas. Alguno llegó a cabrearse tanto que prometió no repetir.

CLASIFICACIONES LA PALMA 2010 TIEMPOS OFICIALES (RUTA LARGA)

MEJOR TIEMPO 3:45:02

ULTIMO TIEMPO 7:22:02

NOMBRE PUESTO TIEMPO GENERAL

CHECHU 133 4:44:10

DANIELOBIC 166 4:50:59

LAGARTONE 172 4:51:41

YOKINET 232 5:04:40

NAVIBEL 235 5:05:23

NICO 266 5:17:07

KIKE 269 5:18:07

RICO 289 5:26:24

RUMANU 374 5:40:00

CHARLIE 375 5:40:00

PABLO 376 5:40:00

LITRI 382 5:50:00

EL GOLEGI 386 5:50:00

LOS MONTABAY (ENTRARON JUNTOS) 6:30:32

JAVIER ESTRADA 064 4:22:23

domingo, 24 de octubre de 2010

CICLOTURISTA CIUDAD DEL LAGO 2010


El sabado un grupo de cañasbikes fueron, comandados por Rogelio, a visitar la Ermita de Alcalá de los Gazules. Una ruta que coge parte del segundo tramo del corredor verde dos bahías y que no es excesivamente complicada salvo por los kilómetros que hay que recorrer, que no son pocos.

Por su parte unos cuantos nos fuimos a representar al grupo en la IV cicloturista de Bornos. Como cañasbikes se inscribieron y fueron Capiyita, Fernando (Isla León), Vicentini, Litri, Paco Sainz, Jose Luis (JLPWIND), Dani, Charlie y Kike que en realidad se coló como invitado por eso de acompañar al cuñado, ya sabéis, Javier Estrada, pero como quiera que Modesto no pudo ir a la ruta, al final hizo la cicloturista con el dorsal de Lagartone.

El pasado 26/09/10 fuimos a reconocer el recorrido, en este mismo blog está la crónica de un tal Guti contando las peripecias de aquel día. Sin embargo, guiados por el GPS de Modesto y por el Track colgado en la Web del Club Ciudad del Lago, lo cierto parece que el día del reconocimiento hicimos una ruta bien distinta a la que realmente tuvo lugar.

En definitiva echamos un magnífico día de ciclismo de montaña, con sólo un par de peros en la organización con respecto a años pretéritos, pero nada llamativo. Las típicas aglomeraciones en los tramos complicados, que siempre suceden en las cicloturistas, a consecuencia de ello, muchos trechos que se podían hacer encima de la bici, tuvimos que hacerlos caminando. Pero las cicloturistas son así, por tanto nada que reprochar tampoco en este sentido. Hubo tramos de descenso complicado donde más de uno se las vio y se las deseo, hubo también tramos alternativos para los menos entrenados o atrevidos, en definitiva, todo muy bien.


Vicentini por su parte, ese día estuvo pletórico de humor, así que a partir de ahí , que se puede contar. Ya en el cajón de salida comenzó a rebuznar de forma escandalosa, todos se nos quedaban mirando con caras risueñas. Gracias a él los cañasbikes y nuestras equipaciones no pasaron desapercibidas en la serpiente multicolor. Evidentemente los rebuznos se reprodujeron durante prácticamente todo el camino, sólo dejaba resoplar cuando la pendiente se lo impedía. Aún así subiendo una pronunciada cuesta de asfalto en Villamartin, cuando la gente salía de sus casas e interrumpía sus faenas para ver a los ciclistas, Vicentini se puso a pedalear de pie, y en el esfuerzo soltó una de sus habituales flatulencias grandilocuentes, una mujer le respondió con el típico ¡Anda hijo! Mas arriba, en lo que parecía la Plaza Mayor, un churrero se empleaba en su labores. Vicentini tampoco perdió la oportunidad, ¡Ponme un cuarto!, el otro le siguió la gracia y algo le contestó. Así todo el camino… Ya duchaditos fuimos a por la habitual berza bornichera, que como siempre estuvo de lujo. Este año le eché morro y de todo pedí doble ración, me comí un plato rebosando de garbanzos y pringá. ¡Qué peshá! Tanta que hasta me entró algo de fatiga. Luego vinieron los premios donde nuestro amigo Estrada fue agasajado y después los sorteos, donde algo cayó, concretamente un enorme camelback que le tocó a Don Francisco y que creo que terminó regalando a algún compañero

domingo, 17 de octubre de 2010

SIERRA DE LAS NIEVES EN OTOÑO

Para mí, el domingo, fue uno día aciago. Uno de esos, en que todos los hados parecen haberse puesto en tu contra y todo desde un determinado momento. Una fracción de segundo es lo que separa el umbral del que todo te salga bien, a que se invierta tu buena estrella. Un pellejazo fue quien marcó la inflexión.
La antesala de la ruta, se coció en las cocinas cañasbike como viene siendo habitual, en nuestro foro. Allí Modesto se convirtió en promotor y Yokinet en organizador. El segundo, con sus innegables dotes topográficas planeó dos rutas, una la misma que habíamos hecho en verano, y otra con menos desnivel, pero mucho más larga, más de 110 kms. Despues Nino propuso una tercera alternativa, la denominada ruta corta, que no era más que la ruta de julio reducida en 20 km. Al final las alternativas se redujeron a la ruta larga, la de los 110 kms y la corta la de los 60 kms. La gente se fue apuntando a una u otra. La mayoría a la primera.
Yo me he acostado muchas veces a las 5:00 de la madrugada, incluso mucho más tarde, pero levantarme a esa hora, sinceramente, pocas. Sin embargo si quería ser puntual no quedaba otra que pegarme ese madrugón, pues a las 5:45 habíamos quedado en V.V. Cuando llegué ya estaban allí la mayoría, Santos el primero, los chiclaneros, los segundos, no quiero ni pensar a que hora se tuvieron que levantar para ser tan puntuales. Incluso apareció el Rico por sorpresa, lo que fue motivo de grata alegría. Pero tanto madrugón no sirvió de mucho, pasaban los minutos y el Rubio no daba aparecido y sin su furgoneta cuatro, además de él, nos podíamos quedar en tierra. Lo llamamos una y otra vez, pero tenía el teléfono apagado ¿Y ahora que? Pues, no nos quedó otra que ir a su casa. Primero llamamos al timbre tímidamente, no fuéramos a despertar a Isa o a los niños, pero nada. ¡Yo no he visto la furgoneta!, me indicó Dani. Pero yo si creí haberla visto, así que le dije que pulsara el timbre durante un buen rato, nada de delicadezas. Se escuchó al poco un voz risueña por el interfono ¡Illo me he quedado frito! Bueno del mal el menos, aunque no a la hora prevista, al menos saldríamos. Esperando a que Rumanu bajara, Kike me explicó quien era su cuñado, el otro chiclanero que nos acompañaba. Algo había escuchado, pero por encima, así que cuando al mismo lo calificaban de profesional, no sabía cuan profesional era. Resultó ser Javier Estrada, un ilustre gaditano en esto de dar pedales, las últimas tres temporadas corriendo en el equipo Caja Sur con el cual ha realizado las ultimas vueltas ciclistas a España, amen de unas cuantas clásicas, como la vuelta a Murcia donde no sólo protagonizó una escapada, además, luego me contó, sufrió una caída en descenso lo que valió para no volver a sentirse igual bajando. ¡Qué raro, verdad!

Ver a un profesional de la talla de Javier, junto a nosotros, al menos a mí se me hacía raro. La vuelta a España 2010 había cogido por la carretera de Ronda Marbella, la misma que atraviesa la Sierra de las Nieves, cuando Javier en la furgoneta nos contó lo que había sufrido Mark Cavendish por aquellos lares, nos lo explicó con esa naturalidad del quien ha estado con los grandes luchando de tu a tu, por lo que es lógico que se me hiciera raro tenerlo a mi lado, pues normalmente la conversación hubiera versado de lo mucho que sufrió Capiyita (con todos mis respetos, todo sea dicho de paso) por aquel sube y baja y no Cavendish, el mejor sprinter de la actualidad.

Por lo demás Javier resultó ser un tipo profundamente sencillo, simpático, comunicativo, predispuesto, amable, vamos un campeón. Con todas esas virtudes no es de extrañar que se sintiera a gusto con los Cañasbike que también disponemos de todas y cada una de esas cualidades. En lo puramente ciclista, una máquina, cuando quería apretaba un poco y parecía ponerse el primero como sin esfuerzo. Makina estaba contento, de vez en cuando le enseñaba los dientes y Estrada le dejaba hacer. Por cierto al ver como bajamos sentenció que estábamos locos y que apreciamos poco la vida. Y no es para menos, pues arriesgar bajando por aquellas colinas, era de locos.

Primero subimos el puerto de los Pilones, viejo conocido de muchos de nosotros. El grupo subió apiñado un primer tramo, luego se fueron haciendo pequeños conjuntos, se transcurría entonces por un tramo asfaltado, yo iba junto a Casio y Rumanu y este último me dijo muy serio que aquel día no pensaba esforzarse lo más mínimo. Bastaron un par de kilómetros para que los hechos lo desmintieran. Arriba ya os lo podéis imaginar, Estrada, Mákina, Modesto, Yoki, Dani, Rumanu, Kike, Rico, …, haciendo de las suyas. Para Rosendo era tan sólo su segunda salida severa, así que no era de extrañar que se mantuviera cerrando el grupo, pero lo hacía encima de la bici, lo que hablaba en su favor, pues este puerto, el de los Pilones, es de los más duros que existen por los alrededores de los que se pueden subir en mtb, 1.750 mts.



Santos y yo fuimos tirando uno del otro, al tiempo que rajabamos del peso que le habíamos metido a nuestros mochilones y que a estas alturas hacía estragos en los riñones. En una de estas resoplando como un bendito se pega a nuestra rueda Jesus. ¿Qué te has metido Capi? Le pregunté. Nada de nada, que voy bien. Coño si iba, bien, quería hasta adelantarnos. Luego Santos se puso a tirar e impuso un ritmo más alto que Jesus no pudo seguir, aún así de maravilla.

Rogelio que no sabe estarse quieto, bajó en busca en Rosendo y al poco apareció con él. Ya el grupo al completo, junto a la caseta de vigilancia, que corona el puerto nos sacamos esta foto:

Luego nos lanzamos en la bajada, los de siempre de forma frenética. En un primer tramo estuvimos esperando a que Jesus diera llegado, no en vano se trataba de un descenso peliagudo, con precipicio de infarto siempre a un lado. Fue precisamente en este descenso cuando Estrada se quedó prendado de nuestra forma de bajar. El parón hacía estragos en las rodillas de los cuarentones, y todo por culpa del frio. La sensación era horrible, tal si te hubieras quedado sin menisco. Luego más bajada hasta un segundo tramo, donde hubo un nuevo parón, este provocado por la incertidumbre de si íbamos a realizar la ruta larga o la corta. Estrada que no tenía ni ganas de aventurarse en los desconocido, ni tampoco de llegar a la tantas a su casa, fue quien más empeño puso en hacer la ruta corta, lo que hizo dudar a parte de sus anfitriones. En buena lógica la ruta disponía de menos kilómetros, pero el desnivel proporcionalmente era superior al de la larga, que duplicaba, eso sí, los kilómetros. Al final después de bastantes vueltas decidimos hacer la ruta larga. Todos a excepción de Nino, Jesus y Rosendo, que desde un principio tenían claro que de rutas kilometricas nasti de plasti.

Continuamos así el segundo tramo del descenso, antes Yoki nos advirtió que se trataba de un tramo peligroso, que extremaros la precaución, yo también conocía la bajada, y tal vez por eso me lancé sin ningún complejo, iba a buen ritmo, cuando en la salida de una pequeña vaguada se me presentó una piedra de buen tamaño de improviso, al esquivarla se me fue la rueda delantera y con ello acabe frenado en el suelo con la cadera derecha. Mákina freno a lo justo, y no se comió mi bici de milagro. Luego llegaron Pablo, Rico, Yoki y Kiko. Menudo hostiazo me había dado, aún así no había tenido ninguna lesión, sólo la lógica contusión y el consiguiente raponazo. En un minuto ya estaba encima de la bici para continuar el descenso hasta el lugar donde se separaban las rutas, allí una nueva parada donde de nuevo se volvió a reproducir la indecisión del que hacer. A algunos este asunto ya estaba desquiciándolos. Como antes se optó por continuar con la ruta larga, tal es así, que se salió zumbando. Yo me quedé un tanto retrasado con Rico y Santos, pues a decir verdad iba un tanto dolorido, pero bueno, continué la bajada esta vez con precaución, cuando en un momento dado se me fue la rueda delantera hasta el punto de sentir hasta la llanta. ¡Illo pararse que he pinchado!

En realidad creo que había pinchado antes y por eso me había caído, lo cierto por una cosa o por otra, el pinchazo provoca un nueva parada. Mis ruedas son Tubeless, pero iban secas de líquido, así que el mismo no pudo sellar el pinchazo, hubo que desarmar la rueda para meterle una cámara, pero la válvula se había hecho una piedra y no había manera de quitarla, por fortuna, entre los alicates que llevábamos Santos y yo, pudimos, tras un buen rato, quitar la puñetera.

Al cabo de un rato llegó el grueso del grupo dispuesto a darse la vuelta y hacer la ruta corta. Era más de medio día y llevábamos poco más de 35 kms., no puse ningún impedimento, personalmente no era mi día.

Yokinet, Rogelio y Pablo se fueron en solitario hacia lo desconocido. El resto deshicimos el camino y continuamos el descenso está vez hasta el final de la vaguada. Cerca del nacimiento del río nos reencontramos con Nino, Jesus y Rosendo. Por delante nos esperaba una subida tal vez más dura que la de los Pilones, la del ascenso al puerto de la Refriega. No había descansado ni un minuto, cuando la gente comenzó a subirse en sus bicis. ¡Joe, que nervioso estaba el personal! Antonio viendo que me quedaba hizo ademán de esperarme, así que cambié la marcha para intentar cogerlo lo antes posible, no se que demonios hice, pero el cambio saltó, perdí la pedalada, no acerté a sacar el pie de la cala y caí a plomo sobre el mismo costado que me había magullado antes. ¡Será posible! ¡Illo, que me he caído de nuevo, anda la hostia! Llevaba un cabreo de mil demonios, iba desganado, y todo lo que había disfrutado hasta mi primera caída había pasado al rincón más remoto de mi memoria. Esta subida sabía que era muy puta, la otra vez la completé bien, pero sabía que podía acabar con las fuerzas de cualquiera. Había que ir centrado de coco para completarla, pues siempre adviertes su recorrido, y yo muy centrado la verdad no estaba, de cualquier modo a trancas y barrancas fui subiendo a mi ritmo. En un determinado momento me encontré a Dani, Chechu, Kike y Casio que al parecer me estaban esperando. No quise ni pararme, ¡Ya me cogeréis! Les dije. Pero Dani decidió acompañarme aunque fuera a mi ritmo. Al poco se nos acoplaron Chechu y Kike, que iban más cómodos y terminaron separándose de nosotros. Atrás se quedó Casio, que con calambres prefirió esperar a Rosendo, Nino y Jesus, que había decidido subir de manera comedida.

En un momento determinado llegamos a una zona donde no sólo tenías que luchar contra la inclinación, también lo tenías que hacer contra las rocas donde se había escarbado, literalmente, el camino. Allí, en lo alto, estaba Makina acompañado de Estrada dispuesto ha hacer fotos, se las hizo primero a Dani, que cicló la subida sin problemas. Yo ni lo pensé dos veces, ni foto ni hostias, a la primera complicación eché el pie a tierra, anduve unos metros e intenté volver a coger la pedalada. Al no lograrlo Jose Antonio se ofreció a darme un empujón, le dije que no. Supongo que advirtió mi cabreo por qué no insistió. Sorteado el obstáculo con pedaleo fácil los dos máquinas desaparecieron de mi vista. Lejos, muy a lo lejos, se veían los compañeros de cabeza, a duras penas si reconocía a Rico por su maillot rojo. Dani que se había quedado pedaleando en tierra de nadie se quedó a esperarme para no pedalear solo, abajo y también muy lejos se advertía la silueta azulada de Casio y mas atrás los tres que cerraban el grupo.

Luego vino el último tramo de subida de la ruta, el mismo que la otra vez muchos concluyeron andando. Menos mal que Dani iba conmigo, se me hizo enorme, no veía más que el momento de llegar a mi casa. Dani no sólo me ofreció su compañía, me daba ánimos, charla, a fin de cuentas todos alguna que otra vez hemos tenido un mal día y este, para mí, lo estaba siendo de verdad.

Cuando coronamos el puerto no sentí gran satisfacción. Nos extrañó que arriba no nos estuviera esperando el personal, y es que en realidad se había parado un poco más adelante, lo suficiente para que Jose Antonio, supongo harto de esperar se subiera por una enorme colina, con la sola intención de eso, subirla.

Fue entonces cuando decidí era el momento de echar alguna foto, eché mano de la cámara y sorpresa, una enorme raja cruzaba de punta a punta el visor. ¡Coño, lo que faltaba! Menuda manera de concluir la ruta. Se me debió quedar la cara de bobo. Luego llegaron Casio, Nino, Rosendo y Capiyita, este último eufórico y enorme por su logro personal.

Luego vino un largo descenso y de falso llaneo hasta donde dejamos los coches. Rápido nos vestimos de normales y tiramos para la misma venta que la otra vez. Todos a excepción de Nino, quien tenía la llaves del coche de su hermano, y como no daba contactado con el, prefirió quedarse a esperar que regresara de su macro-ruta. Más tarde cuando logró contactar con él, aprovechó para hacerse unos cuantos kilómetros de nuevo entreno.

Allí todos estaban contentos, algunos más que otros, porque a fin de cuentas el día se había portado bien para todos. De cualquier modo yo continué abatido hasta al menos, la tercera cerveza; tras ella, se desató una buena tertulia, y después dimos cuenta de unas deliciosas setas y de una suculenta parrillada, que en conjunto me dulcificaron el carácter y hasta satisfecho, prometí narrar la ruta, honor que hasta el momento, había declinado.

Ya de regreso en la furgoneta, cuando el sol se estaba poniendo, me llamó Pablo que en ese momento llegaban al coche, para preguntar como me encontraba y de paso ilustrarme sobre el rutón que se había marcado, junto a los resistentes y pertinaces Rogelio y Yokinet. ¡Illo Charlie, no te lo puedes ni imaginar, lo más grande que he hecho y haré en mi vida! Después le pasé el teléfono a Dani, de fondo se escuchaba una gallina cacareando. Sus números al final fueron de enorme valía, 3000 m de desnivel, solo de subida, 110 kms y 8 horas encima de la bicicleta.


En realidad no existe la buena o la mala suerte, concurren una serie de circunstancias que unidas de un determinado modo o desencadenadas de otro concluyen en lo que hemos dado en determinar buena o mala fortuna, pero no son más que conclusiones a las que llegamos siempre desacertadamente en nuestra propia mente. No deja de ser un comportamiento neurótico, una distorsión del pensamiento racional. Cada uno tiene sus propias neurosis, cada uno dispone de su propios miedos y fantasmas, confío en que este ejercicio de autorreflexión sirva para quitarse alguno o por qué no, algunos, de esos que rondan a los aficionados a la mtb, que también los tenemos.


Fotos 1:

http://img843.imageshack.us/slideshow/webplayer.php?id=pa170262.jpg

Fotos 2:

http://img835.imageshack.us/slideshow/webplayer.php?id=img1691ia.jpg

Fotos 3:

http://img515.imageshack.us/slideshow/webplayer.php?id=pa170245.jpg