Libro de Visitas

jueves, 16 de septiembre de 2010

DEL COMO SIETE CAÑASBIKE ANDUVIERON POR LAS SIERRAS DE ZAHARA

Para regocijo de vuesas mercedes, a continuación se relatan los fechos en los que siete zagales, bueno zagales, zagales, …, ¿Mancebos?¿Mozos tal vez, ¡Qué va! demasiado mocerío para tanta cana, dejesmolo pues en siete “semejantes”, con jubones estampados de CAÑASBIKE, dando probanzas de innegable valentía, dirigieronse hacia la fronteriza ciudadela de Zahara de los Atunes, tal día quomo el del pasado doce de septiembre, santoral del dulce nombre de María, a más señas domingo de septiembre del centenario y glorioso año de nuestro señor de dos mil diez y del quomo tuvieron que lidiar contra la desenfrenada natura, en forma de pronunciadas cuestas, altas temperaturas y del quomo el Señor de los Vientos, el hijo de Poseidón , a mayor abundamiento Eolo, se había comprometido en obstaculizar el derrotero de estos siete “virtuosos” de los pedales.

Es pues de saber, que en lo que dicen llamar salida o V.V., se encontraba el muy Honorable David, del renombrado Linaje de los Colegís; Rogelio laureado en lidies de caballería con las armas de Rogerfree; el Hidalgo Jesus más conocido quomo Capiyita o Señor de las Capiyas; el abolengado Manuel Gentilhombre de los sobrenombres, también conocido quomo Rumanu, Manu o el Rubio; Modesto Caballero Lagartone, que también responde a los títulos de Yugoslavo y al menos conocido de Capitán; el Respetable Don Juan de la rancia estirpe de los litricistas, famosamente Er Litri; y el Noble Carlos del blasonado linaje de los Ohol, Charlie para los amigos. Tal cual quijotes en sus rocines, aquestos son los acontecimientos y peripecias por los que pasaron estos siete paladines. Pasemos ahora, pues, a conocer los fechos en la lengua vernácula que se hablaba en la época en que acontecieron los episodios, relatados por boca y pluma de uno de sus artífices:

Sépase de antemano que la ruta era vieja conocida de algunos y novedosa de otros, por eso los primeros en la sapienza de los rigores de justicia con la que se planta, nada mas comenzar, la mal llamada cuesta de los sevillanos, con sus vertientes de porcentajes superiores a lo normal, tratáronla pues aquellos señores con la sensatez que da la experiencia. Palpitaciones, humedades y hasta ventosidades, disparáronse por dondequiera, no fuera a ser alguno, victima cruel de un “jamacuco”, por eso, ante el barrunto, algunos metiéronle a las cabalgaduras, el llamado molinillo, artificio este de gran recurso para cubrir dificultades a buen paso pero con mesura. Una valla apareciose providencial, momento que aprovechose para el respiro que da el estatismo. Comenzose ahora la verdadera subida por la quebrada Sierra Plata, el astro rey, por gracia de Dios, estabase posicionando y deslumbraba a los aventureros, lo suficiente, para que los mismos no acertaran bien la trazada, y eso con tanta piedra suelta, cuesta arriba y quomo iban, hacia mas peliaguda la derrota.

Yendo, pues, de esta guisa, dando vuelcos a un lado y otro quomo fariseos en paso, Don Juan, tal se viera en una batalla, fue a perder pedalada y de bruces diose con el mundo, por no decir el suelo. Pero no temáis, poco descalabro sufrió maese Litri, digamos, que últimamente está acostumbrado a pasar por estas luches, así que nada de nada, pusose rápidamente encima de la cabalgadura, y aunque lánguido cubrió con honor la cresta.


Es menester relatar quomo ego mismo y el venerable Capiyita, a tiempo que ya ni disfrutábamos de holganzas o vacaciones ni de jornadas intensivas, por lo que, al menos al principio costonos mas que a la media animar nuestras carnes, que aunque prietas estaban un tanto desmemoriadas, por eso, bien hubiéramos agradecido un piñón mas grande. Pero el que tuvo retuvo, dicese en el sabio refranero, así que sazonadas las piernas di en alcanzar a maese David, recuperando terreno determinéme alcanzar a los voluntariosos e incombustibles Modesto y Rumanu que a la cabeza imprimianle a sus cabalgaduras un buen ritmo. Al ver a estos dos adalides en cabeza, tan yuxtapuestos, vienenme a la memoria otros ausentes, caballeros de alcurnia y renombre, Don Danielovic de las Cañitas y Don Santos de los Pichurrines; imaginome a los cuatro tirando quomo locos y yo, tras ellos, quomo el quinto y el ultimo, a distancia, a duras penas estrechándolos.

Agruparonse los hidalgos en la cima de la cresta, en lontananza la amurallada Zahara mostrabase con pequeñez desusada. Asfaltada era ahora la calzada, y cuesta abajo, todo rectilineo hasta las ruinas de la romana urbe de Baelo Claudia. Lanceme quomo un poseso en la bajada, aprovecho una recta para ver si alguien seguiame, nadie, tiro de riendas y aparecen en apartamiento Rumanu y tras su estela maese Lagartone, en segundos llegan a mi vera y sobrepasanme en una cincuentena de varas, imposibles de recuperar pues trazan mejor las parábolas que el servidor de vuesas mercedes. Precisamente en una de esas curvas, una muy cerrada, una ráfaga de viento apareciose con endemoniada fuerza, tambaleome la montura, derrapose la rueda trasera. Yo, con esto, comencé a fligir, y más me susté con subidón de adrenalina, por no decir acojonome. Quedaronse mirandonos con bobalicona expresión, tres caminantes o modernos senderistas del quomo estábamos deslizándonos. En el último tramo dionos el viento totalmente de frente y con tanta fuerza que vismosnos fuertemente frenados incluso anduviéramos bajando.

Igual que otrora sucediere en la subida, agora en la bajada, tambien vinieronme a la memoria dos compañeros y caballeros de armas, estos de la casa de de los “Descender” Sir Gui y Sir Navibel. Estaban echando la jornada en una corrida que llaman el “Desafío del Buda”, que reproduce algo así, quomo la reconquista de tierras a los infieles, allá por retiradas tierras malacitanas. Representáronos con la fortaleza de piernas y de carácter de las que ambos van sobrados. Enterome después, que las pasaron putas, pero a fin de cuentas, la corrida, acabaronla y sobre todo concluyeronla con el orgullo del trabajo cumplido.

Al rematar el descenso, coincidimos todos en que había sido uno, especialmente, comprometido, al parecer en la órbita donde tuve yo el percance, el mismo, reprodujose en todos mis compañeros. ¡Huy, huy, huy……!

Una vez en el poblado de Bolonia organizamonos para hacer la subida hasta la loma de San Bartolomé en grupo y así lo hicimos para después llegar al poblado de Betis. En las faldas de la escuela de escalada aprovechamos un pequeño mesón para dar cuenta de algunas viandas y aclarar los gaznates. Luego, otro descendimiento, este por la dehesa del Chaparral que lleva a una calzada, que denominan Nacional y tras ella, el blanquecino camino de albero de Fates, con una sinuosa sierpe siempre visible al frente. Entre platicas del quomo era la pendiente, parecioles bien a todos lo que de ella se decía pero algunos, hicieronme poco caso, y a las primeras de cambio los insignes Modesto, Rogelio y David, salieron disparados tal villanas ballestas, quomo si fuera la cuesta un sencillo repecho. Hube de encontrar las mañas para dejar constancia del hecho, así que saqué el ingenio de retratar e hice unos cuantas estampas de los hidalgos ya alejados de mí por una centuria de varas. Al fondo Maese Rumanu, se lo tomaba con la calma y la quietud del hábito adquirido.

Más no bastó para alcanzarlos el esfuerzo que realicé, pues comenzaron las fuertes pendientes y ya las varas fueron distancia insalvables. Me vi, quomo siempre, trepando en solitario, que también, todo hay que decirlo, es lo más saludable. Con esto, a medida que aumentaba la altura, en igual simetría crecíase el viento de levante y tanto molestabame quomo agradecialo.

De las muchas curvas, en una, una ráfaga desplazome rudamente. Quando dime cuenta, estaba en una zona de arena y gravilla, con impedimento de seguir avanzando. Arriesgabame a caer a plomo, así que para salir del aprieto eché pie a tierra. Don Jesus de sus Capiyas, según contóme después, viéndome, a lo lejos, que yo apeabame de mi montura, dijose, ¡esta es la mía! Y aprovechó para hacer lo propio. Aunque en honor a la verdad, todo hay que decirlo, contóme también, que desmoralizose quando vio que volví a subirme para continuar el ascenso. Fue el momento en que el noble Jesus, conoció al apelado “Tío del Mazo”, insigne garrulo de fisonomía y catadura incierta, pero de seguro mal carácter, que ronda siempre altas latitudes y que nunca es bien hallado, pero que tarde o temprano todos terminan recibiendo su inoportuna visita y quomo no, catando, su inoportuno mazazo tal cual en el cogote.

Aún más acullá, al final, a maese Juan , ni se le avistaba. Díjome y confesóme después, que la cuesta se le había atragantado desde un principio, que hubo de sufrir rigores de justicia, de los que no pudo el hombre defenderse, si no a base de calamidades, calambres y toda suerte de jodiendas.

A lo lejos, arriba por lo circunflejo del camino, veiales yo a veces a los compañeros de ayuno y penitencia. El hidalgo Modesto manteniéndose en cabeza y a punto de conquistar la cima. Don Rumanu, poco a poco, quomo tienenos acostumbrados, fue atrapando a sus camaradas de armas, que en la cuesta no dejan de ser sus rivales. Dio cuenta primero del noble David y después del hábil Rogelio quien no dudó en presentar batalla dado, tal vez, su oficio belicoso.

Quando comienzan las desgracias en uno, parece que nunca hanse de acabar, que andan encadenadas y unas traen a otras. Eso mismo debió pensar Don Jesus, que para quando llegó a la cima de Fates, lo hizo no sólo con semblante serio, si no también con dolores en cabeza y garganta, vamos, que parecía quomo si hubieranle apaleado, tan mal cuerpo decía tener. Toquele la frente y estaba muy fría. Preguntome a la sazón si tenía un ibuprofeno, y yo contestele que era eso. Me indicó que se trataba de un invento de boticario que obraba milagros en eso de mitigar fiebres y desazones. No pude ofrecerle la susodicha gragea por la cual clamaba, sólo un poco de fruta deshidratada a la que pocos ascos hizole, y de la que dio buena cuenta.

Además de las calamidades por las que estaba pasando Don Jesus, florecía el sol, con el rigor de mediado el día, así que planteose el que hacer. Lo verdaderamente vistoso, comenzabase a vislumbrar precisamente donde encotrabamonos, el adentrarse implicaba proseguir el ascenso, así que dudose si regresar por el mesmo camino o seguir. Decidiose esto último, agora íbamos en grupo disfrutando del paisaje, a diestras las nubes y bajo ellas la Sierra de los Alcornocales presentabase en todo su esplendor, un ave de rapiña observabanos de mala manera, el reino celestial reflejabase de un azul límpido y el boscaje espeso quomo en ninguna parte. Pero por mucho que acompañaran las circunstancias la pájara de Don Jesus de las Capiyas era de las épicas. Impusose la voz de mando de la oficialía, que no fue otra que la del Señor de Rogrefree, quien vino a decir tal que así: faremos el camino más corto y con menos desnivel, descenderemos hasta la urbe mozárabe de Facinas y avanzaremos por carretera hasta nuestro destino. Dudose por algunos si tal era lo más adecuado y algo de saliva gastose en esas pláticas. Maldita la gracia que haciame pedalear por una carretera con semejante levantera, pero dado el sentido común dicta lo que hay que facer en cada momento, viendo el perfil de Don Jesus no quedaba otra.

Descendiese agora hasta Facinas con precaución, pues el estío habíase encargado de convertir en polvo la compactada tierra. Detuvimonos en la habitual fuente a reponer fuerzas y aguas, quando cruzose una moza rubia y blanca de buen ver a la que todos saludamos con acostumbradas reverencias y que no cejamos de observar hasta que desapareciose de nuestro campo. Don Modesto apreció la buena delantera de la damisela, otros con mayor descomedimiento apreciaron otras cosas. A mi no me pareció mal la moza para el deleite, así quomo el resto, di por poner en ella los ojos. Seguimos en estas llenando nuestras garrafas quando la buena moza volvió a asomar por donde habíase ido. Preguntonos con voz que sonaba a extranjería: ¿A dónde va esto? Al cielo, contestole Don Rogelio. A la doncella la farándula con la que respondiosele, no acabó de facerle mucha gracia, por eso acerqueme a ella y expliquele todo lo que quiso preguntar, al tiempo que el Hidalgo Rumanu, prestose a llevarla encima de su cabalgadura, si tal menester era de su conformidad. Satisfecha, pero sólo de informaciones, no penséis mal rufianes libidinosos, la grácil doncella convencida de que ni de calzado ni pensamiento iba preparada, deshizo el camino y caminando regresó al abrigo del cercano poblado.

Ya en Facinas Don Jesus insistió en su empeño de facerse con la grajea esa que aclamaba quomo ibuprofeno, así que tal cual metióse en un cobertizo o aparcadero para caballos de hierro y se la pidió a su ocupante. Sorprendiome mi ignorancia, pues enseguida el buen prójimo entendiolo a la primera, entro en su casa y al poco regresó con la oblea milagrosa. Mientras tanto Don Rogerfee fuese hacia unos paisanos que descansando platicaban de sus cosas a la sombra de unos árboles, interrogoles de la existencia de un camino, campo atravieso, que llevaranos prestos a Zahara. En verdad que el atajo existía, pero aún así debíamos hacernos al menos una legua por la carretera nacional.

En unos instantes metimonos en la carretera, caballos de hierro de todas las formas y tamaños adelantabanos a celeridades diabólicos, al poco un viento perverso comenzó a golpearnos con mantenida fuerza sobre el diestro costado. Verdadero pavor sentimos todos. Iba yo cerrando la fila pendiente del malogrado Don Jesus, quando en un santiamén tal fue la fuerza con la que Eolo soplonos que el Señor de las Capiyas tiró bruscamente de las bridas y sacó el pie de sus anclajes a pique de apearse. ¡Qué aprensión Virgencita Santa del Perpetuo Socorro! Supuse no ser el único, que no veía el momento de alejarse de aquesta ventura, así que para quando el céfiro sopló en el espinazo, apuré a Don Jesus para salir cuanto antes de allí.

Llegamos por fin al cruce, y a partir de ahí continuose por un camino a las veces parejo con nuestras cañadas, a las otras veces camino partido. Un servicial recorrido, con nimio desnivel. Completamoslo a buen ritmo, incluido Don Jesus, encumbrado ahora a las alcurnias quomo Don Jesus de las Catedrales, al final suficientemente recuperado de calamidades. Llegamos a Zahara pasadas las dos de la tarde. ¡De perdidos al río! Espetome el noble Rubio. Cierto, dijeme para mí, a estas alturas a nuestras esposas lo mesmo les daba llegaramos a las tres que a las cuatro, por llegar a tamaña deshora nos iban a dar la misma estopa. Así que quitámonos los sudorosos jubones, cambiamonos de calzas y gabanes y guiados por el fiel Modesto fuimos a la Posada de “el Pollo” donde atendionos el mesmo Pollo, aunque también sirvionos su hija, que imaginaros podéis, quomo le decían, si, si, lo que rima con olla,…, todo esto expliconoslo Don Lagartone, quien no en vano se ha pegado muchas correrías con la soldadesca por las escarpadas lomas del cercano Retín.

Con apetito de sed, dimos cuenta primero de un cuartillo de una bebida que fermenta el mismo “Pollo” con lúpulo y que llaman cerveza. Dimos cuenta después de tres buenas raciones de carne de caza y pescado.

Estando en esto atolondrados con lo bebido, comenzaron pláticas de guerra, menudeábanse los juramentos, murieron los brindis, recitaronse mil batallas y desproticose de amigos y enemigos.

Y aquesta fue la realidad que no ficción, de las peripecias de estos siete caballeros tal y quomo ha pasado a la historia. Consultados autores de notoriedad, refieren, que este tipo de episodios o sucesos continuaron protagonizándolos todos los días en que nuestro señor, Dios Todo Poderoso, dispusolos para descansar, cuentan igualmente que además hacianlo con plena dicha, para deleite de sus mentes perversas.

TODAS LAS FOTOS:

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2 comentarios:

  1. Ooh noble hidalgo sus alabanza son merecedoras de tal distinción. Por mi noble montura y mi noble linaje le doy mi enhorabuena por dicho relato.

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  2. Cual pedazo de cronica fue, como si yo mismo la hubiera vivido, reciban todos los caballeros un cordial saludo por su gran proeza de tanto valor y coraje.

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