Libro de Visitas

sábado, 19 de junio de 2010

SIERRA DE LAS NIEVES


La ruta se recoció durante las semanas pretéritas en las cocinas Cañasbike. Con el fin de ir mostrándole al personal lo que se avecinaba, Yokinet, que es un tipo muy serio y previsor en esto de proyectar rutones, dispuso un post con un perfil de infarto y 3500 mts de desnivel en poco más de 70 km. ¡Vaya tela del telón! Lo suficiente para que muchos le tuviéramos más que respeto. Ninguno conocíamos la zona, tan sólo Olvik había hecho algo de senderismo por allí, pero nada de pedales. ¡Quién dijo miedo! la gente se fue apuntando, entre ellos el niño, que no daba acabado de encontrar quien lo llevase. Mientras esto ocurre el perfil de Yoki siembra dudas y al final las dudas resultaron ciertas, quitando los picos, el perfil, se acomodó en 2.200 o 2.300 mts en 75 km, aún así una pasada, por encima de lo excepcional.
Llegó el gran día, habíamos quedado a las 6.00 en VV. Los nervios estaban a flor de piel, Chechu llega tarde y a poco que nos plateamos dejarlo en tierra. Luego tiramos para Chiclana a recoger a Kike y de ahí a una venta en Algodonales, donde saboreamos un desayuno de campeonato, mollete a rellenar de jamón, y el habitual tomate y aceite. Kay se metió entre pecho y espalda dos molletes, como siempre, Antonio va sobrado de todo y en todo, hasta en esto de desayunar.
Satisfecho el apetito continuamos el camino, dejamos atrás Ronda y poco a poco nos fuimos adentrando en las postrimerías de la cordillera penibética, la tan sonada Sierra de la Nieves, al oeste, quedaba ya lejos la Serranía de Ronda. Con mucho respeto y casi en silencio, desde el coche observamos la cadena montañosa ¿Vamos a ver como se no da esto?
Dejamos el coche en el área recreativa Conejeras, fresquito y muchas ganas de vestirse de romano para salir en un periquete, aunque con la lógica incertidumbre de no saber lo que se nos venía encima, tal si estuviéramos en una maratón o en una carrera. Nada más comenzar nos cruzamos con un Nissan de la benemérita: ¿Conocéis la zona? ¿De dónde sois?, lo habitual en estos casos. Pronto nos vimos en un camino de albero con poca pendiente. Mientras las piernas se van calentando nos recreamos haciéndonos fotitos, todos los que llevábamos cámaras las sacamos en este momento.

Rogelio se descuelga un poco y lo espero.
_¿Qué te pasa?_ Le pregunto a la vez que observo cómo no dejaba de manipularse la entrepierna.

_¡Pues me coloco los …, no vaya a ser que me sorprenda con un orgasmo!
_ ¡Joder!_ Qué bien empezamos el día, y con qué buen humor, Rogelio en estado puro.
Como sin darnos cuenta, el camino comienza a inclinarse con buenas pendientes, pero dado estaba asfaltado, permite que se ruede a buen ritmo, alguno hasta se sobreexcita y se desmarca del grupo, tal es así que Yoki tuvo que apretar para salir al encuentro de Olvik que se estaba distanciado más de lo prudente.
_ ¡Dosifica Manué! ¡Qué luego vienen los bajones!_
Mientras tanto Rumanu cambia de plato y se le sale la cadena. Manu estrenaba cuadro, el Merida de Don Francisco. ¡El rubio con una doble! ¿No se os hacer raro?, realmente no se le acabó de ver posicionado, supongo que le quedará alguna que otra reforma, tal vez la potencia, y algo de tiempo, pero seguro que al final agradecerá el cambio. Por cierto, menos mal que al final decidió ir, pues si no, después de ver las fotos y los comentarios de la ruta, hubiera estado lamentándose el resto de su vida. Aún así tuvo que hacer un gran esfuerzo, pues la semana anterior se había pegado un trompazo de los sonados, lo suficiente como para romperse la crisma, pero por fortuna llevaba puesto un casco de los buenos y eso fue lo único que se rompió, aunque de tanto vote también se resintió de la rodilla y durante toda la semana se debatió entre ir y arriesgarse y no ir y arrepentirse.

Cerrando el grupo nos quedamos los conservadores, perros viejos diría yo, además del Manu y yo, Ivan y Kay, a este último ya le estaban doliendo las cejas, las pestañas le dolerían unos kilómetros más arriba. En esta posición nos vamos acostumbrando al sufrimiento, lo que a su vez nos permite disfrutar del espectacular paisaje de alta montaña.


Aparecen los primeros pinsapos recortando sus perfiles al frente de un cielo azul sembrado de pequeños estratos blanquecinos. Dani no paraba de comentar lo bonito que era todo, privilegio de pedalear por semejantes lugares. Muerto el asfalto el camino se empina, no sólo por derecho, si no por terreno abrupto, me da por sacar la cámara para hacerle una foto al grupo por detrás; me las vi y me las desee para mantener el equilibrio, pues a aunque no se aprecie, por donde yo iba, el piso era un total empedrado; no en vano al poco Kike pincha por primera vez.


El grupo se detiene como de ordinario a auxiliar al protagonista, bueno todos no, Yoki, OlviK y Elitri continúan la ascensión en solitario, lo que nos permite disfrutar de fotos como estas logradas desde altas cotas.


Reunidos desafiamos los últimos tramos de la ascensión al Pilon, ¡Y vaya tramos!, casi al final, siguiendo la estela del grupo de cabeza me despisto, pierdo la pedalada y me veo obligado a echar pie a tierra. Intento subirme en la bici pero la pendiente me lo impide, así una y otra vez, no daba arrancado. Aparecen Olvik, Ivan y Rumanu que se habían quedado descolgados y yo allí sin coger la pedalada buena y negándome a completar el ascenso andando. Al final metí un desarrollo de los brutos y gracias a ello puede montarme en la bicicleta, no quedarían más de 100 mts. Arriba ninguna cumbre que hiciera sombra, una casa, un vigilante sentado en el porche con una radio-emisora emitiendo en abierto por la que se oían las conversaciones del servicio. La vista era grandilocuente, ya os la podéis imaginar, una foto, salvo que pudiera hacerse en tres dimensiones, no puede reproducir la visión. Al Noroeste Ronda, al Oeste el Mediterráneo, un puntito blanco, Marbella, y en los demás puntos cardinales montañas, cerros y altiplanos reflejados por los rayos de un sol estival. Allí arriba Ivan prometió enseñarme un truco para arrancar en pendientes como la anterior, espero ansioso el consejo.


Mientras nos embelesábamos del paisaje, observamos como una biker evoluciona hacia la cumbre, tras el recuento y comprobar que no era de los nuestros le esperamos. Resultó ser, además de un lógico aficionado a nuestro mundo, un empleado del InterSport de Ronda, por eso, a los que estuvimos en los 102 nos sonaba su cara. Yoki le pregunto por la trialera que nos tenía preparada para acelerar el descenso, pero el lugareño nos los desaconsejó totalmente. Le hicimos caso así que tocaba descender por el mismo camino de subida. Kay sacó de su mochila esa pechera tan característica con la que siempre nos sorprende en los descensos, otros sacaron camisetas, Litri la propaganda del Carrefour, terceros le pidieron al vigía algún periódico, sacó uno con cuatro páginas que dieron para bien poco. Yo decidí darle la vuelta a la mochila y maldita la hora en que lo hice. Menudo coñazo, la alforja era demasiado larga y a poco que me inclinara se me enganchaba en el sillín dificultando la maniobrabilidad. El descenso era peliagudo, de gravilla suelta y había que hilvanar fino si no querías terminar en suelo, bueno eso, viendo el precipicio de la derecha, era lo de menos, peor hubiera sido salir disparado por, precisamente, ese flanco hacia el abismo. En consecuencia algunos extremamos la precaución, Olvik, Kay y yo. En contra el niño, como no podía ser de otra manera, comenzó a hacer de las suyas. Por narices quiso ponerse el primero, Dani, viendo el estado de descontrol con el que lo había rebasado, pronosticó que si no se la pegaba en esta curva, lo haría en la siguiente y no se equivocó, en la segunda allí fue el Gaviño. Por fortuna el niño tiene un ángel de la guarda que hizo bien su trabajo, aunque, personalmente, creo que el ángel tiene que estar hasta los mismísimos…, así que sólo se maceró el trasero; él como si nada, ja, ja, ja, se reía como si se tratara de un juego.
Todavía quedaba mucho descenso por delante, volví a ponerme la mochila en la espalda y así recuperé la posición en la bici y me lancé con más seguridad con los primeros. Aún así mantener la cabeza con los maquinas y descerebrados que iban en el grupo resultaba tarea harto complicada. Iván poco a poco me fue sacando metros, sin ni tan siquiera emplearse en el menester, al rato me paso como un rayo el Chechu, que se yo a qué velocidad estaba circulando, mucha sin duda. Llega Dani y se pone a hablarme de lo bonito que era todo, en verdad que lo estaba, pero yo al contrario que él prefería emplear todos los sentidos en el descenso y a lo sumo mirar de soslayo el paisaje, él como si nada, descendiendo al borde del camino, soltándose de un y otra mano y señalando aquí y allá como si nada. Así hasta que como Iván, sin quererlo, va ganándome metros hasta que lo pierdo de vista. Después apareció el niño ¡Que miedo, que miedo! Freno para dejarlo pasar lo antes posible, al poco nos paramos para reagruparnos, esta era la impresionante vista de la bajada:

El pelotón tardó en aparecer, lo suficiente como para preocuparnos. Se habían detenido a hacer fotos de las maravillosas vistas que antes había mencionado. Aparecieron en un goteo. Desde nuestra posición el sonido de la velocidad causado por el roce de las ruedas con el terreno era alucinante.


Reunidos continuamos con el interminable descenso y al poco Rogelio pincha. Siempre se ha dicho que cuando alguien pincha, la rueda se la repara otro, cualquiera menos el dueño; pero en este caso no se cumplió la norma, Rogelio estaba rodeado, pero sólo de mirones. A lo sumo y sólo al final alguien le echó una mano, el resto nos dedicamos a hacernos fotitos como estas y a deleitarnos con el panorama:


Más y más desnivel y en un momento determinado salimos a la derecha, dejando el camino principal para embutirnos en la espesura del bosque. Espectacular vía rodeada de vetustos pinos y pinsapos adolescentes. Yo iba zumbado disfrutando de todo, hasta del descenso. Atrás se escuchaban las voces de los compañeros en igual estado de éxtasis. Meses antes, por similar paisaje habíamos circulado en Cortes, cuando lo de la Naturaleza Extrema, aunque aquella vez la frondosidad se debía a todo tipo de “querqus” y no de coníferas como ahora. Así hasta que el descenso se invirtió, un cartel indicaba “Pinsapo de las Escaleritas”, consideramos que ese era buen lugar para echarle algo sólido al cuerpo, así que nos lanzamos por las escalerillas, que resultaron ser un atajo rocoso, con desniveles a modo de escalones informes, probablemente, sólo utilizado por jabalíes y venados, densamente rodeado de broza. Uno de los cuernos se me enganchó en una rama de pinsapo y a lo justo no caí al suelo, después veo por delante la “merida” del Manu asomar por encima de los pinsapos y más tarde un golpe sordo y el Chechu riéndose; en previsión me bajo de la bici y por detrás escucho un característico ¡Huy,huy! Cuando me giro veo reboleandose una “lefty” y un maillot de colores vivos moviéndose por el sotobosque.
_¿Qué coño hacemos?_ Preguntaron los de cabeza_ ¿Dónde demonios está el pinsapo ese? Yoki, que estaba a mi lado, sensatamente decidió que mejor regresábamos a donde el cartel, que total, para comer algo tampoco hacía falta romperse la crisma, a fin de cuentas estábamos allí haciendo mtb, nuestras zapatillas y las calas no son el mejor calzado para hacer senderismo.
Sacamos los vituperios, la mayoría frutas, alguna barra, los menos bocadillos y uno, para seguir dando la nota, un “tapper” con arroz blanco y algo por medio.




Satisfecho el apetito deshacemos el camino y nos volvemos a incorporar al principal, para continuar, como no, con más descenso. En una curva, algo cerrada Rogelio se las vio y se las deseó.
_¿Has visto?_ Me dijo Ivan, en tono de guasa_ ¡Vaya recto que se ha marcado el Rogelio! Este me miró sonriendo sin decir nada. ¡Uf que susto!
Volvimos a dejar la vía principal para continuar el declive por uno más estrecho, más cuarteado y con mayor pendiente. Frente a nosotros se presentaba el siguiente objetivo, una enorme montaña que al parecer teníamos que atravesar. Me lancé el primero, y en una curva debí hacer algo similar a Rogelio antes, lo cierto me metí en una canal de la que preferí salir indemne, así que detuve la máquina. En unos segundos aparecieron los bajadores del grupo, Iván al frente, me puse al rebufo del Manu. A lo lejos se advertía el fin, después de casi 20 km de bajada, la misma concluía en un pedregal, donde mejor hubiera sido tocar el freno, pero los cuatros maquinones que iban por delante no lo hicieron, y como yo iba a rueda, me dejé llevar en iguales términos ¡Yiiiiiiii…….ujuuuuuu! Vaya subidón de adrenalina para rematar.
Al instante la resonancia de aguas corrientes, en medio de todo aquello una casita, un puente, cabras y un paisano asomando a la barandilla. ¡Buenos días! De inmediato cambia el perfil, y con el mismo la cuesta, la gran cuesta. Algunos imprimimos un buen ritmo y el grupo se desmiembra, aunque al poco se escucha eso tan habitual ¡illo, dad la vuelta que es por aquí! Regresamos y todos diligentemente seguimos la dirección que nos marcaba Yoki, todos a excepción de Juan (Elitri) que ya lo habían llamado al orden y tuvo que hacer, de nuevo, honor a su sobrenombre de “cañas solitario”, sólo, realizó la complicada ascensión al puerto de la Refriega, puerto que se le atravesó en sus últimos cuatro kilómetros, como quiera que se le dispararon las pulsaciones tuvo que echar pié a tierra. Debió pasar un mal rato, pero Litri es mucho Litri. Le echamos de menos durante el resto de la ruta. Precisamente la ruta de la cual, ahora, nos habíamos desviado con la sana intención de abstraernos con el nacimiento de un río. Tardamos en encontrarlo, pues no estaba donde decían las averiguaciones de Yoki, pero cuando lo hicimos, entre el calor, la sed y las ganas de darnos un respiro, ya os lo podéis imaginar. Todos nos arrojamos al unísono al río, como mínimo para destemplar los pies. El agua estaba helada y más se agradecía su temperatura. Todos disfrutamos como niños, bueno todos a excepción de Antonio que ni se quitó los calcetines para acercarse al agua; permaneció bien lejos, mirándonos con esa media sonrisa que le caracteriza y pensando sabe Dios qué. Yo mientras tanto, aprovechando que la cámara se podía sumergir, me puse a hacer fotos y como quiera que las aguas eran cristalinas y la luz idónea resultaron unas imágenes espectaculares:


Confiadamente animados retomamos la ascensión. Una subida que se hizo francamente perversa, dura y larga como ninguna otra, con una pendiente mantenida, que al decir de Yokinet, cuando el GPS marcaba el 10 % parecía que íbamos sobre llano. Ahora la pandilla sí que se descompuso de verdad.

Los empujones del principio se pagaban ahora y con creces. El último tramo lo hice siguiendo la rueda de Kay, bueno, intentando seguirla. Cuando me quedaba atrás Antonio me miraba y me decía con cariño ¿Qué te pasa? ¡Qué me va a pasar Kay! Y bajaba el ritmo para que le pudiera seguir. En un momento determinado llegamos a un cruce, el mismo donde la ruta planificada se convertía en un ocho. Era el sitio y el momento para comer, esta vez por derecho, esos bocadillos que habíamos paseado durante tanto tiempo. Tal si se tratara de un punto de avituallamiento de Maraton, los bikers fueron llegando, alguno más traspuesto que otro. El único que no daba aparecido era Olvik. Lo habíamos visto durante el ascenso, en teoría llevaba a tiro de piedra a Kike y al niño, aún así el esfuerzo le debió pasar factura y Manolo no vio ni desvió ni cruce ¡ni ná de ná! Cuando llegó al mismo debió pensar algo así: ¡Más para arriba! ¡Qué va, seguro que ahora toca para abajo! Así que mientras nosotros, preocupados, lo esperábamos pacientemente arriba, Manu hasta bajó un buen rato a ver si le había pasado algo, Olvik que se nos va camino de Marbella.
Comimos los bocadillos, comprobamos que en nuestras mochilas a excepción de Yoki, el resto íbamos muy cortitos de agua, tanto que le quité pan al bocadillo para engulliparme lo menos y en consecuencia beber menos agua. Comprobé que para estas rutas, mejor el pan de Sándwich que llevaban algunos, e incluso el tomate que se zampó Rogelio.


Después de comer nos planteamos que hacer, Manuel razonó en voz alta
_Olvik lleva GPS, así que en un momento determinado se dará cuenta y …, lo lógico es que si seguimos la ruta, nos lo encontraremos de cara, aunque también cabe la posibilidad de que deshaga el camino, llegue al cruce y venga hacia donde estamos ahora.
_¡Magnifico!_ le contesto el Gaviño, que ya había hecho parte de la ascensión andando_ Yo le espero y ¿Tu también no Kike?
Kike puso cara de valoar la posibilidad pero al final decidió que no, que seguiría adelante, así que al niño, no le quedó más remedio que seguir al grupo, que ahora se marcaba un descenso por una pedregosa trialera, donde más que la pericia, se puso a prueba la resistencia de las bicis. Al cabo de unos minutos en medio, apareció una furgoneta desvencijada y cuatros somieres dispuestos a modo de cortijo, fue el momento que aprovechamos para reagruparnos y no lo hacíamos todos. Nos faltaba Kike ¿Dónde demonios se había metido? Manu se sube a una loma y a grito pelado le llama, pero él no daba ninguna señal, para colmo el único que tenía el móvil de Kike era Rumanu y el suyo se había quedado sin batería. De cualquier modo, de poco hubiera servido, igual que antes, intentando contactar con Olvik, ahora con Kike, la escasez de cobertura nos lo hubiera impedido. Para colmo de males Dani se pone a probar la bici en la complicadísima trialera por donde continuaba el recorrido. A los segundos se escucha ¡Illo, illo! Luego el Dani subiendo con la burra a cuestas y el cambio casi colgando ¡Puf la patilla! Se le había metido una rama de tal modo que nos temíamos lo peor, pero por fortuna no fue así, se pudo hacer un apaño y aunque doblado, el cambio podía hacer más o menos su función. Kike, por su parte, no daba aparecido, así que los que íbamos en la furgoneta y también el Gaviño, que a estas alturas estaba hecho mixtos, decidimos regresar en su busca. La verdad es que estábamos un tanto preocupados, pues nos temíamos que Kike hubiera sufrido un leñazo, además Olvik, vete a saber por dónde estaba, luego la avería del Dani…¡Puf! Cabizbajos nos despedimos y aún no llevábamos ni 50 mts recorridos cuando descubrimos a Kike que venía caminando hacia nosotros.
_ ¡Illo, que pechá de mala suerte! _ fue lo primero que dijo_ Primero pincho, y ya van dos, por tanto me quedé sin cámara, pero luego un llantazo de mil pares y nuevo pinchazo, y con el ya son tres ¿Es o no es mala suerte? Me planteé que hacer, si regresar sobre mis pasos o seguir por este camino de cabras por el que me habéis metido ¡Mancha de mamones! Decidí lo último.
Déjate de quejarte y que alegría de que sólo haya sido eso_ fue el sentimiento general de todos, en especial de los que estuvimos a punto de regresar.
Rápido nos pusimos manos a la obra, Ivan le dejó la cámara que llevaba encintada a la tija y antes de darnos cuenta bajamos por donde Dani casi destroza el cambio. El precipicio a nuestra izquierda obligaba a bajar con más que cautela, pues aquello tenía más de cortafuegos que de camino, de hecho era precisamente eso. En un momento dado Iván me gritó _¡Charlie echa el culo para detrás! No en vano comenzaban las pendientes, tipo San Cristóbal, que tanto le gustan a Navibel y que tan poco me gustan a mí. De cualquier modo le hice caso y en esa posición me hice la primera dificultad, e incluso una segunda, pero a la tercera me dije a mi mismo ¡Y un mojón! Así que tan echado para detrás llevaba el culo, que simplemente lance la bici y me quedé de pie en el camino. Así hicimos un tramo andado, mientras, los pro continuaban haciendo de las suyas. Los primeros Ivan y Dani que se habían lanzado por un pendiente de mil pares, el primero muy en su onda, sin consecuencias, el segundo también sin consecuencias, pero a pique de haberle pasado cualquier cosa, pues concluyo el descenso dirigiendo la trazada precisamente al peor sitio deseado. Pasó a lo justo entre dos enormes piedras.
_¡Chiquillo, diooooo!_ se admiró Dani_¿Cómo he podido pasar por ahí? _dijo señalando por donde había concluido.


Y después de esto y de tanta adrenalina ¡La ostia! Olvik que aparece de frente en medio del cortafuegos. Todo de lo que nos habíamos quejado, como una esa serie de sucesos calificados de mala suerte, se estaba demostrando, que de mal fario nada de nada, más bien todo lo contrario, que buena, pero que buena suerte estábamos teniendo.
Ahora Yokinet dijo_ los que quieran prolongar las experiencias fuertes que continúen por el cortafuegos, quien no, que lo hagan por el camino.
Yo tiré por lo supuestamente fácil, un camino que se bifurcaba a la derecha del cortafuegos. Ahora bien, de camino no tenía nada, y de fácil mucho menos, más bien, era un cauce de un río sin agua, piedras por todos lados y de todos los tamaños, roderas infinitas, vegetación espesa, cerrada hasta, incluso, impedirte el paso. Cuando llegué a la altura de Kay, que iba el primero, este sintió mi buje y mis frenadas y sin miramiento me espetó
_¿Quién anda ahí? ¡No te pegues tanto! Si quieres adelantarme, lo dices y yo te dejo pasar sin problemas.
Al otro lado, por el cortafuegos, los pro estaban haciendo de las suyas, se escuchaban sus exclamaciones de agitación. Entre ellos estaba Rumanu, que ni tenía el día, ni la bici con la que tantos descensos se había marcado, así que en una de estas, ¡Zas!...¡Cataplum!...¡Púm!... Allí fue el Rubio a revoleándose. Nada serio, sólo le tocó la moral.
Cuando se acabó el camino, llegamos a un descansadero, Marbella estaba a pocos kilómetros y también el fin del cortafuegos. Aparecieron los endureros, entre ellos Iván con su habitual y particular figura de buen bajador.
A partir de ahí se acaba los descensos y por tanto tocaba deshacer el famoso ocho con el cual, yoki nos había adiestrado durante toda la semana, por supuesto tocaba hacerlo cuesta arriba. Que cuesta más larga, que pechá de calor, que poco agua nos queda ¿Pero esto cuando se acaba? ¡Y estos mosquitos! Todo nos molestaba y algunos más que a otros. En un cruce tocó pararse pues por allí debía andar el famoso castaño milenario que sale en las fotos del Google Earth. Rogelio se lanzó el primero, como si supiera talmente donde estaba, así que persuadido, le seguí. Nos deslizamos durante un buen rato, hasta toparnos con una casa perdida y al menos, a esa hora, deshabitada. Nadie nos había seguido, en el cruce no todos se detuvieron, no querían saber nada de castaños, otros aprovecharon el parón para darse un respiro y se quedaron arriba atentos a nuestro regreso para contarles lo que habíamos visto. Pero ver lo que se dice milenario, no llegamos a ver nada, así que resignados pusimos el rodillo para deshacer la pendiente. Mediado el camino nos encontramos con Yoki y Kay _ ¿lo habéis visto? Para nada _le contestamos_ ¿Por dónde es? No sé. Pues si no lo sabes mejor nos damos la vuelta, que para hacer kilómetros de más siempre estamos a tiempo_ esto último lo dijo Kay con mucho juicio.
Menudos 50 mts que nos separaban del camino principal y menudo calentón que nos dimos para completarlos.


A estas alturas las fuerzas había que dosificarlas pues íbamos muy justitos. Otra vez a incorporarse a la subida cansina, a la falta de agua, otra vez a los mosquitos y como por arte de magia, se nos presenta a la izquierda una enorme cascada. Lo más parecido a un oasis en medio del desierto. No sé lo que hicieron los demás, yo personalmente bebí cuanto pude y más, me daba exactamente igual embotarme ¡Qué bueno! Luego viendo como el Dani metía los pies con zapatillas y todo en el agua, le imité y que bien me sentó.


Salimos de allí reconstituidos, pero todavía quedaba mucho por delante, de hecho no habíamos ni completado la mitad de la subida al puerto de la Refriega. Después de tanto avatares y peripecias, este tramo fue el que se hizo más duro. Por el camino vimos de todo, hasta una pareja de jóvenes jabalíes corriendo despavoridos ladera abajo. Pero con ritmo, ganas y paciencia se llega a todos lados y eso fue lo que hicimos uno tras otro hasta tocar cumbre, estas fueran las caras que se nos quedaron:

Después vinieron unos kilómetros, todavía bastantes, de falso llano. Se imprimió tal velocidad que parecía estuviéramos talmente en nuestra vía de servicio. Chechu, Ivan, Dani y Rumanu, se lanzaron disparados a la cabeza, me arrojé tras ellos hasta cogerlos, y lo dicho, así zumbados, dando saltos a la salida de las canales del albero, y como si nos fuera la vida en ello, así llegamos hasta el área de servicio que se presentó ante nosotros tal cual meta. Les intenté pegar un último hachazo, pero cuando lo creía ganado el pichurrín se pone a mi vera sin la menor dificultad.
_Me han dicho atrás que te deje ganar _ me dijo el muy mamón.
_Así no me vale. Pasa tú primero.
Faena cumplida, abrazos y efusivos saludos resultado del trabajo bien hecho, o lo que es lo mismo, ¡Qué bien trabajao!
Luego estiramientos, algo de aseo y algo de acicale, lo suficiente para presentarse decentes en la primera venta que nos encontráramos por el camino. Cuando la encontramos y me pusieron esa pedazo jarra de cerveza no me lo podía creer, todavía se me hace la boca agua ante su recuerdo. Por su puesto la acompañamos de unas buenas raciones de Venado, Jabalí y churrasco a la plancha con pisto del cortijo del padre del dueño de la venta.


Qué bueno estuvo también la comilona que nos metimos y la tertulia que se montó alrededor. Cosas así hay que intentar repetirlas.



Este es el enlace de las fotos de Yokinet al completo:

http://img651.imageshack.us/slideshow/webplayer.php?id=cimg1188xr.jpg

Y estos ostros son los enlaces de mis fotos:

IMÁGENES 1 A 75

http://img175.imageshack.us/slideshow/webplayer.php?id=img0051bp.jpg

IMÁGENES 76 A 136

http://img121.imageshack.us/slideshow/webplayer.php?id=img0126hz.jpg

2 comentarios:

  1. joder tio estoy cansao na mas de leerla,pero la haria otra vez para pasar ese rato tan bueno ke pasamos,un abrazo a todos los participes de esta ruta y la cronica ya ke decirte Charlie te doy un 10000000000000

    ResponderEliminar
  2. carlos ya se me han acavado los adjetivos para calificar tus cronicas ,ya solo te dire ke eres grande ,un abrazo y no cambies, muy buen trabajo y para los demas ke gracias por hacermelo pasar tan bien

    ResponderEliminar